LA ARDUA TRAVESÍA DEL VERANO (13 respuestas)
• Inacabables viajes por carretera, con el vehículo exhausto de tanto lastre de maletas y bultos varios, como si hiciéramos la mudanza de nuestra vivienda, y la de los vecinos;
• Dejarnos media paga en llenar el depósito con los combustibles al precio máximo del año.
• Abono de gravosos peajes, sin que nos hagan descuento alguno por los baches que sufrimos.
• Paradas técnicas en bares de gasolineras, con eternas esperas para deglutir un pincho de tortilla recalentada y beber una cerveza -a morro-, porque el lavavajillas no da abasto para limpiar tantos vasos.
• Paradas -no previstas-, en carretera, bajo un sol de justicia, porque a los de Fomento les da por arreglar los viales en Julio y Agosto para que veamos que nuestros impuestos se destinan correctamente.
• Llegar a nuestro destino, y comprobar con satisfacción que el apartamento que reservamos por internet, existe físicamente, que no nos han estafado, aunque la primera línea de playa la hayan trasladado cuatro manzanas más allá, que es un tercero sin ascensor, que la piscina es un bebedero de patos y que la pista de paddle tiene más hoyos que un campo de golf.
• Madrugar cada día (a quién madruga Dios le ayuda), para posicionar en la playa, situada a una legua del apartamento, nuestras sombrillas, nuestras sillas plegables y nuestras toallas. En fin, marcar y demarcar nuestro territorio.
• Buscar en Google Maps el cajero más cercano de nuestra entidad bancaria. Comprobar que está en el pueblo más próximo al nuestro (nunca a menos de 5 Km), y que el mismo nos suelta una sonora carcajada cuando introducimos la Visa para pedir fondos, avisándonos que la próxima vez, si repetimos el intento, nos escupirá.
Y así, un sinfín de añadidos más, inherentes a la actividad lúdica estival.
Transcurrido ese período de ocio -como máximo de 15 días-, puesto que más, no se lo permite el IPC; el IRPF; la OPEP, con sus adláteres locales ; Air-nosequé con sus Apartamentos Turísticos; los aranceles del Sr. Trump y otros muchos parámetros sablistas, los afortunados veraneantes playeros, henchidos sus pulmones de aire marinero, con la epidermis tostada por el astro rey, exhaustos de tanta holganza, y exhaustas su billetera y sus tiritantes tarjetas, se disponen a consumar el periplo de retorno a sus moradas, deleitándose nuevamente con las divertidas peripecias vividas durante el viaje de ida.
Una vez en destino, es prioritario comprobar si los gregorianos con su calendario; y/o las autoridades eclesiásticas y/o los mandatarios civiles, han tenido la deferencia de ubicar “convenientemente” una fecha próxima de holganza laboral entre semana, mejor en viernes o lunes, para poder acudir nuevamente a la costa. Eso sí, comprimiendo en 3 jornadas -cual archivo Zip-, todas las actividades de la quincena vacacional. Una proeza, oiga.
Y en este desértico período estival, ¿qué hacemos los enfermos adictos irrecuperables -como la Abuela y yo-, a la nieve y el esquí? ¿Cómo logramos sobreponernos a la carencia de los níveos copos?
Algunos adictos, muy, muy enfermos, a los que la lozanía todavía les invade, han descubierto una especialidad -con sus años a la espalda-, que posibilita acortar sensiblemente el período de secano entre temporada y temporada (léase veraniego), a la que se denomina “esquí de montaña”, y que, mediante una técnica parecida al trekking sobre esquís, al alpinismo y al senderismo -eso sí, siempre cuesta arriba-, les permite acceder a las crestas más elevadas donde se encuentran los “oasis níveos” a los que D. Lorenzo todavía no ha podido derretir, y deslizarse por ellos con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo su correspondiente corte de mangas al incipiente Verano. Y así, hasta que no quede un solo copo útil sobre el terreno. De esta guisa, se le pueden ningunear hasta 45 días al sequío temporal. Otros, los que de más posibles disponen, se desplazan allende los mares para seguir disfrutando del esquí en el otro hemisferio.
Los adictos irrecuperables, que nos encontramos en esa etapa, en la que nuestra mente y nuestro espíritu le intenta demostrar a nuestro organismo que nos sentimos con 30 años, y el, haciendo caso omiso a nuestras ordenes, se sigue manteniendo en “modo” 40 años más, estamos imposibilitados, por su tozudez, para practicar la especialidad antes mencionada, no pudiendo hurtar un solo día a nuestro enemigo estival.
Y bien, respondiendo a la pregunta de qué hacemos los que estamos en esas circunstancias, para sobrellevar el estío. La respuesta es sencilla y fácil. Hacemos lo mismo que los demás mortales no adictos a los copos. Irnos a la playa. Bueno, irnos no es exacto, más bien, dejar que nos lleven a la playa nuestros hijos y nietos, sin más. Eso sí, con una calamidad añadida. Y me explico.
Una vez que todas las estaciones ponen sus remontes en modo “standby”, aunque las pistas estén de nieve hasta la bandera, procedemos al ritual de asear y acondicionar todos los componentes -tanto materiales como equipación-, para la obligada “hibernación estival”. Cuando has dejado todo como los chorros del oro, se presentan donde estés, inexcusablemente, unas criaturas, ancestros nuestros según Charles Darwin, que te acompañarán irremediablemente allá donde vayas, hasta el mes de Noviembre aproximadamente. Y así, verano tras verano, y otoño tras otoño, padeciendo su presencia. Si bien es cierto, que cuando has penado su existencia durante años y años -en mi caso 60 períodos estivales-, sufres en cierta medida algo parecido a un Síndrome de Estocolmo, y llegas a soportar sin gran tormento su presencia. Y como para muestra un botón, adjunto unas fotografías en las que su presencia es más que palpable.
Ah, pero nosotros, los irrecuperables, disponemos de un arma fantástica para apaciguar en lo posible nuestras ansias, un rincón donde podemos escudriñar a nuestro antojo, cuantas veces queramos y desde donde nos encontremos, y saciar nuestra necesidad de mantener contacto con la madre nieve, y con tantos afectados como nosotros, ………………¡¡¡¡¡¡Nevasport!!!!!. Una bendición del cielo, cual maná. Además, y no menos importante, es llevar en tu equipaje -y lucir-, sus distintivos más emblemáticos, la gorra y las camisetas de las KDD`s. Tienen efecto de cordón umbilical.
Espero, que esta “batallita” más del Abuelo os haya servido, mis queridos compañeros y amigos, como un bálsamo puntual para mitigar la desazón. Y tranquilos, que las fábricas de copos ya se están poniendo en orden de marcha, y en poco plazo -menos del que creemos-, tenemos por estos lares a sus repartidores.
Feliz travesía del desierto a todos.
NEVASPORT TAMBIÉN VA A LA PLAYA
VARIADOS MOMENTOS, QUE CORROBORAN LA EXISTENCIA DE ESOS ACOMPAÑANTES VERANIEGOS, QUE DICEN SON NUESTROS ANCESTROS.
AQUÍ ME LIBRÉ DE ELLOS -POR UN MOMENTO-, MANDÁNDOLOS A BUSCAR CACAHUETES