Carlos Alcaraz tenía títulos en Europa (9), Norteamérica (4) y Sudamérica (2), pero aún no había conquistado el mercado asiático. En Pekín le puso remedio de la mejor manera, remontando y derrotando en la final del Open de China a Jannik Sinner después de una durísima pelea de tres horas y veinte minutos en la que volvió a exhibir un nivel descomunal. Lo padeció el italiano, que puso fin a una racha invicto que se alargaba desde agosto. 16 victorias acumulaba desde entonces, tiempo suficiente para ganar el Masters 1.000 de Cincinnati y el US Open. Momento sublime para él, impasible ante la sombra de la sospecha por dopaje que le persigue desde abril, y que justo se reabrió esta semana tras el recurso de la AMA. El número uno mundial venía lanzado a Pekín, pero se topó con un recuperado Alcaraz, cuyo peor momento de la temporada llegó, precisamente, en esa gira americana que vio triunfar a su rival. Aquello fue un punto de inflexión. Ese mal momento le sirvió a Alcaraz para frenar y analizar. A su regreso ha sido otro. Triunfó con España en las eliminatorias de la Copa Davis y se erigió en el héroe de Europa para ganar la Laver Cup. Aquella inercia le ha servido para lograr su cuarto título del año. Después de sumar dos Grand Slams (Roland Garros y Wimbledon) y un Masters 1.000 (Indian Wells), suma el primer ATP 500 del curso. «Estoy muy orgulloso por todo lo que he hecho en el último mes, trabajando muy duro físicamente y en pista. Ha sido un mes muy intenso, pero feliz de finalizarlo con el título», dijo al acabar. Luego, en rueda de prensa, reconoció haber vivido uno de los peores momentos de su aún joven carrera: «Después de la gira norteamericana estuve un poco de bajón, no quería tocar una raqueta por un tiempo, no quería viajar...». Por eso dedicó este triunfo a Juan Carlos Ferrero, al que se le escapó alguna lagrimilla, y al resto del equipo que lo acompaña por el mundo: «hablamos mucho durante aquellos días, sabiendo que debía volver a entrenar, a ser más fuerte físicamente, a ser más fuerte mentalmente para superar esos momentos». La final cumplió todo lo que se espera de un duelo entre los números uno y dos del mundo (Alcaraz ascenderá a esa segunda posición el próximo lunes, tras superar a Alexander Zverev). Era la décima vez que se encontraban en el circuito, en un cara a cara que ahora domina el español por 6-4. Se conocen mucho y se respetan bastante más, porque ambos saben de lo que es capaz el otro. En Pekín le tocó sufrirlo a Sinner, quien se las prometía muy felices después de llevarse un primer set al que Alcaraz aún debe estar dándole vueltas. Al murciano se le escapó de forma incomprensible en el tie-break después de tener todo a favor para habérselo llevado, incluso con facilidad. Se le puede reprochar poco al español, que encaró el partido de forma excelente desde el principio. Mucho más agresivo, buscando las líneas y dando aceleración a sus derechas, tomó la iniciativa ante un Sinner mucho más reservón. La confianza acumulada durante la semana, sus buenas sensaciones sobre la pista azul de Pekín, le vinieron de maravilla al español para entrar al partido. De primeras ya tuvo tres bolas de rotura -desaprovechadas, eso sí-, y en el cuarto juego ya certificó un primer break que le puso las cosas muy de cara. Sinner, muy serio, no encontraba recursos para contrarrestar el dominio de su rival. Ni cuando aparentemente hacía todo bien lograba poner en aprietos al murciano. Alcaraz, cada vez más suelto al ver cómo fluían las cosas, cerró un juego en blanco con su saque para ponerse 5-2. Ahí todo parecía decidido. Pero fue justo en ese momento, con Sinner contras las cuerdas, cuando el número uno empezó a dar potencia a su derecha. No fue una desconexión de Alcaraz, sino un paso adelante de Sinner, lo que permitió que el de San Cándido se llevase tres juegos consecutivos y lograse empatar. Alcaraz aún tuvo capacidad para reaccionar y llevar el parcial a la muerte súbita. Y, una vez allí, disponer de dos bolas de set, una de ellas con su saque. Perdió las dos, y ofreció a su rival la oportunidad que no había tenido en la hora larga que se llevaba jugado en la primera manga. Sinner sí que la aprovechó. Ese desenlace inesperado ponía a prueba la fortaleza mental de un Alcaraz repentinamente noqueado. No reaccionó mal el español, que hizo lo que pudo con sus armas. Mejoró el porcentaje de acierto con su saque y siguió metiendo intensidad con sus derechas, y aun así le costaba un mundo sacar adelante cada punto… Sinner encontraba la forma de salir indemne de los momentos peligrosos, en ocasiones de forma milagrosa. Alcaraz terminó por agarrarse al partido en el octavo juego del parcial, resuelto a favor del español después de 21 puntos, a cada cual más bonito e interminable, en los que ninguno de los dos parecía dispuesto a dar su brazo a torcer. Tras ganar, el español miró al cielo elevando los brazos, como diciendo: «¡por fin!». Había encontrado el resorte. Cuando peor lo tenía, mejor lo hizo. En el siguiente juego logró romper su mala estadística en los puntos de break (1 de 8) para igualar el combate. Dos horas después de empezar, el partido volvía a estar como al principio. La igualada cargó de energía a Alcaraz y le devolvió la sonrisa a la cara. Implacable con su saque, empezó a poner en verdaderos apuros a Sinner al resto. En el tercer juego arregló su, hasta entonces, mala estadística en los puntos de break (1 de 8) y se puso por delante. Luego, en el quinto, tuvo dos ocasiones más para ponerse 4-1 y sentenciar el duelo. No lo logró, y al igual que en el primer set, regaló una vida extra al pelirrojo italiano. Corría el riesgo el murciano de repetir ese fiasco, y por eso se empeñó en intentar no llegar al tie-break. Arriesgó en el 5-5 a base de derechas ganadoras, pero no logró su objetivo. De nuevo se llegó a la muerte súbita, donde el juego de ambos alcanzó la excelencia. Sinner empezó 0-3, con dos minibreaks a favor. Alcaraz, de nuevo crecido bajo presión, creyó hasta el final y acabó empatando a tres antes de tomar una ventaja definitiva para derrocar a Sinner. «Cuando Jannik y yo nos enfrentamos es algo genial para el tenis: siempre firmamos un duelo muy intenso, igualado, con grandes puntos y grandes intercambios. Creo que gracias a este tipo de partidos la gente que no ve tenis empieza a ver partidos». Ahora le espera Shanghai, penúltimo Masters 1.000, donde el año pasado se despidió en octavos de final tras caer ante Grigor Dimitrov. Fue su debut allí.