Las vendettas entre excomisarios y agentes secretos se dirimen ahora en las páginas de los periódicos, a golpe de filtraciones, correos, cintas y rumores de escándalo. Los que antes empuñaban armas, se sirven ahora de las firmas de célebres plumillas para airear las vergüenzas ajenas, dejando en evidencia las propias y comprometiendo si pueden a los que las escriben. Y los que quieren derribar el sistema, que son muchos, demasiados, se frotan las manos porque les están poniendo en bandeja la munición necesaria para cargárselo. En el Congreso gozan de mayoría. Con ella, han llevado en volandas hasta la Moncloa a un Gobierno al que pasan al cobro las facturas de su investidura. La burbuja de felicidad ya ha explotado, es solo un Gobierno con un presidente ausente ante la opinión pública que aspira a ir ganando puestos en las encuestas a golpe de espuma, anuncios de primera página que saben que no podrán llevar a término la mayoría. Sin oposición, porque no existe y tardará en recomponerse, porque está fracturada, tiene el camino expedito. Y es demasiado débil. Sólo la Justicia y la Corona resisten de momento el envite. Pero están en el punto de mira. Las grabaciones en Suiza de la que se denominó en su día amiga entrañable del Rey se lo han puesto en bandeja. La ventana de oportunidad que creían cerrada tras la crisis se ha abierto de nuevo, cuando estaban a punto de tirar la toalla.