La semana pasada fue una semana grande para el siniestro líder de Rusia: inicio de un quinto mandato, celebración del día de la victoria convertido en el día de Vladímir Putin y múltiples amenazas de guerra nuclear. Esta querencia tan superlativa ha culminado con cambios radicales en el Kremlin. Algo poco habitual para un autócrata poco partidario de las sorpresas y lo imprevisible. En la cúpula del poder en Moscú todos conocen las reglas y saben perfectamente cómo funciona su implacable sistema mafioso de premios y castigos. En un momento crucial para la guerra de agresión contra Ucrania, Putin ha destituido al general Serguéi Shoigú, ministro de Defensa durante los últimos doce años. Como aviso, hace unos días fue detenido...
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