Tardaron diez años en dar con él, pero que Roger Serafín Rodríguez Vázquez violó y mató a Elisa Abruñedo nadie lo discute. Ni siquiera el autor del crimen, que, aunque ahora prefiera callar, sí lo confesó a la Guardia Civil cuando le echaron en lazo. Por eso, lo que se dirime en el juicio no es la autoría, sino las circunstancias. Si se añaden agravantes que podrían disparar hasta los 37 años la pena de cárcel. Y este miércoles, los investigadores han dejado claro que Elisa fue víctima de «un ataque sorpresivo» y «violencia bastante extrema». El juicio por el conocido como crimen de Cabanas arrancó el lunes en la Audiencia provincial de La Coruña tras la elección de los miembros del jurado, con una sesión en la que el acusado prefirió acogerse a su derecho a no declarar. El martes, fue el turno de los testigos. Declararon, por ejemplo, los hijos de la víctima, y también los vecinos que en septiembre de 2013 descubrieron el cadáver de Elisa, semidesnuda, en una zona boscosa al borde de la carretera DP-1503, a la altura de Lavandeira, Cabañas (La Coruña). Este miércoles ha sido el turno de los investigadores, que han descrito el «ataque brutal y desmedido» de Roger Serafín a Elisa, a la que eligió aleatoriamente –de forma «circunstancial», dijeron, en concreto, los agentes–, al verla caminar por el arcén desde el Citroën ZX que él conducía. En síntesis, lo que describieron los investigadores de la Guardia Civil, y que concuerda con las tesis de las acusaciones, es que Roger Serafín frenó de forma precipitada, dejando el coche mal aparcado en el arcén, «la abordó por detrás», la golpeó, y «la arrastró 17 o 18 metros hacia el monte». Allí, primero la violó y luego la acuchilló hasta la muerte. Tanto la fiscal como los dos abogados que representan a los hijos de la víctima buscaron con sus preguntas que los investigadores acreditasen, a ojo de los miembros del jurado, que Elisa no había tenía opción alguna a defenderse ante el ataque sorpresivo de un hombre tan corpulento como Roger Serafín Rodríguez, cuando ella caminaba despreocupadamente con ropa deportiva y los auriculares conectados a su teléfono móvil. Es decir, en términos jurídicos, tratando de acreditar el agravante de alevosía, que convertiría el delito de homicidio en uno asesinato y dispararía la pena. En este contexto, los investigadores que durante la mañana han desfilado por la sala de vistas han ido ofreciendo diferentes detalles y conclusiones sobre lo que ocurrió en aquel lugar sobre las 21 horas del 1 de septiembre del año 2013. En sus intervenciones tiraron por tierra, por ejemplo, la versión que les dio Roger Serafín cuando fue detenido: que Elisa subió a su coche cuando se encontraron. Agresor y víctima se conocían «de vista», aclararon los agentes, pues vivían a escasos 12 kilómetros, pero desechan que tuvieran algún tipo de amistad que facilitara que Elisa aceptase subirse al vehículo. Los investigadores descartan, por tanto, que Elisa pusiera un pie en el Citroën ZX. Muy al contrario, fue Roger Serafín el que bajó del coche y la atacó «por la espalda de una manera sorpresiva», según detalló el capitán de la UCO que en septiembre de 2021 tomó el mando de la investigación para darle un impulso definitivo. Elisa «no se dio cuenta ni vio al autor de los hechos hasta que fue agredida», añadió. Así lo evidencian las lesiones que presentaba en el cuello y en la mandíbula el cadáver de Elisa, una mujer de 46 años que aquel día había salido a dar una larga caminata que acabó abruptamente cuando su asesino se tropezó con ella. «La enganchó por detrás y la arrastró con fuerza» a lo largo de 17 o 18 metros, explicaron los investigadores, e incluso llevándola «en volandas». Elisa perdió una zapatilla mientras era arrastrada por el bosque. Entre la densa maleza –que incluso la Guardia civil pidió al Ayuntamiento de Cabanas desbrozar para que los agentes de criminalística pudieran inspeccionarla–, Roger Serafín la agredió sexualmente y la mató. Y por «la forma» y las partes del cuerpo donde la acuchilló –cuello, corazón y pulmón–, el autor del crimen tenía que ser consciente de que «la iba a matar». Así, en las testificales de este miércoles de los investigadores se han ido dibujando determinados detalles del ataque que llevan a las acusaciones –tanto la Fiscalía como las dos acusaciones particulares– a interpretar que en el asesinato de Elisa Abruñedo hubo alevosía. Eso sí, los agentes admiten que el ataque no estaba preparado y que Roger Serafín no había seguido a Elisa en su caminata de más de hora y media. De haberlo hecho, concluyen los agentes, hubiera elegido zonas más remotas y boscosas por las que la víctima había ido pasado. Por tanto, el Roger Serafín asumió un «riesgo medio-alto» atacándola donde lo hizo, junto a la carretera y con varias casas cercanas.