El reconocimiento de Somalilandia por Israel provoca una tormenta diplomática
Israel ha sido el primer país del mundo en reconocer a Somalilandia como Estado soberano. Ocurrió este viernes, durante una llamada telefónica entre el presidente de Somalilandia, Abdirahman Mohamed Abdullahi, y Benjamin Netanyahu. Y la entidad africana, ubicada en el norte de la actual Somalia, manó un único grito que celebraba la ruptura de la gran barrera que enfrenta cualquier región independentista: obtener su primer reconocimiento internacional. A cambio, Abdullahi también reconoció al Estado de Israel y se comprometió a sumarse a los Acuerdos de Abraham, acuerdos que pueden considerarse como el paraguas con el que Israel presenta su estrategia de normalización de relaciones con el mundo musulmán.
Era de esperar que Mogadiscio no tardó en reaccionar. El gobierno federal somalí calificó el reconocimiento como un “paso ilegal” y “ataque deliberado” contra su soberanía, reiterando a su vez que Somalilandia sigue integrada dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Somalia. Además, anunciaron que recurrirán a medidas diplomáticas, políticas y legales para revertir el efecto del reconocimiento. Y el presidente Hassan Sheikh Mohamud lo expresó en términos aún más duros, al denunciar lo sucedido como una “agresión” contraria a las reglas diplomáticas establecidas.
La estrategia somalí pretende dejar claro que el reconocimiento de un nuevo Estado dentro de sus fronteras, sea por parte de Israel o de cualquier otra nación, no será recibido con la resignación de los brazos cruzados. Incluso se convocó para este lunes una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU, con la intención de abordar el asunto y de mantener el pulso con Tel Aviv y con Hargeisa.
Rechazo regional y el fantasma de El Cairo
El reconocimiento provocó una reacción en cadena en el mundo musulmán y en África. Alrededor de 20 países, en conjunto con la Organización de Cooperación Islámica (OCI), firmaron una declaración rechazando la medida por sus repercusiones en la seguridad en el Cuerno de África y el Mar Rojo. Por otro lado, la Unión Africana también reafirmó la integridad territorial de Somalia; un detalle importante si se quiere escuchar lo que opinan las voces africanas sobre el futuro de su propia tierra.
Las carteras de Exteriores de Egipto, Turquía y Yibuti advirtieron que reconocer regiones separatistas amenaza la paz y la seguridad internacionales. Nigeria también hizo un llamamiento a otros Estados a no reconocer ninguna parte del territorio somalí como independiente. Así podría decirse que el reconocimiento dado por Israel ha desencadenado una tormenta diplomática que abarca al continente africano, pero también al conjunto del mundo musulmán, con especial atención a Oriente Medio.
Bajo este rechazo generalizado late un argumento histórico y consistente: el miedo a romper el principio africano de “fronteras heredadas” acordado en el siglo pasado. Fue en julio de 1964, durante la primera sesión ordinaria de la entonces Organización de la Unidad Africana (hoy la Unión Africana) celebrada en El Cairo, donde los jefes de Estado del continente adoptaron una serie de resoluciones que partían de una premisa: que los límites territoriales en el momento de la independencia debían tratarse como una realidad inamovible y que las disputas fronterizas serían consideradas como un factor grave y permanente de discordia. Este acuerdo ha sido desde entonces una de las columnas vertebrales de la arquitectura política africana.
Entonces, la preocupación que surge es obvia. Si Somalilandia se reconoce por una vía unilateral, ¿qué frena que otros movimientos secesionistas invoquen el precedente en países con fracturas internas? Muchos gobiernos africanos afectados por movimientos independentistas (Nigeria, Mali, República Democrática del Congo, Sudáfrica, República Centroafricana, Camerún, Ghana, etc.) temen que nazca un “efecto dominó” a raíz de lo acontecido.
Porque la base de la discusión no está realmente en si Somalilandia podría o no ser un país funcional, sino en el hecho de que la acción israelí podría haber abierto la caja de Pandora continental que a duras penas se sorteó con las creaciones de Eritrea y Sudán del Sur (sendos casos cuyas circunstancias sí que se admitían dentro de los acuerdos del Cairo, al contrario que con Somalilandia).
Lo que gana Israel: Bab el-Mandeb
Aparte de las frases emotivas que arrojaron los líderes implicados, este reconocimiento debe interpretarse con una fuerte en clave geopolítica por la geografía de Somalilandia. El proyecto de Estado se encuentra ubicado frente a Yemen, a las orillas del mar Rojo y cerca del estrecho de Bab el-Mandeb, un cuello de botella por el que pasa una parte crítica del comercio marítimo global y que hace años que es el foco de la atención por los ataques de los hutíes en sus aguas. Es en este contexto en el que diversos analistas sugieren que Israel podría beneficiarse de la proximidad de Somalilandia a Yemen para cumplir con sus objetivos de seguridad. Aunque cabe a resaltar que el gobierno israelí, de momento, se ha limitado a presentar su último movimiento como parte del “espíritu” de los Acuerdos de Abraham.
Israel gana además un socio africano que puede exhibir como un “modelo” de gobernanza relativamente estable en el frágil entorno del Cuerno de África. Somalilandia obtiene a cambio la ya citada puerta de entrada a un reconocimiento internacional.
También debe considerarse la especulación que hace meses circula sobre el futuro de los gazatíes. AP informó de que, a principios de este año, funcionarios estadounidenses e israelíes dijeron que Israel había tanteado la posibilidad de enviar a los palestinos a Somalilandia, aunque EE. UU. abandonó posteriormente el plan. Esta noticia no equivale en ningún caso a un acuerdo oficial, pero sí que alimenta la narrativa de los críticos a Israel y Somalilandia… y eleva varios grados la temperatura de las tensiones.
El papel de Emiratos Árabes Unidos
Dentro de los análisis sobre lo sucedido que inundan las pantallas, sorprende que muchos ignoran el papel de Emiratos Árabes Unidos (que, por cierto, también forma parte de los Acuerdos de Abraham). Porque Emiratos lleva años construyendo su influencia en Somalilandia a través de la construcción de infraestructura, especialmente en torno a Berbera. Ya en 2018, Somalilandia y EAU firmaron un acuerdo para que los emiratíes entrenaran a las fuerzas de Somalilandia, acompañando a la construcción de una base en el área del aeropuerto de Berbera.
El factor emiratí importa por dos motivos. Primero, porque el reconocimiento israelí puede interpretarse como una forma de legitimar “hechos consumados” que eran opuestos a los intereses de Somalia, como puede ser la construcción de puertos y aeropuertos, o la firma de acuerdos logísticos y de seguridad. Es decir: debilitan la soberanía de Somalia de forma directa, más allá del plan territorial. Segundo, porque es el mayor apoyo de las Fuerzas de Apoyo Rápido en la guerra civil sudanesa. El reconocimiento de Somalilandia refuerza la creación de un corredor armamentístico y geopolítico que afectaría directamente a la seguridad del Cuerno de África.
Es cierto que Somalilandia ha sido un Estado de facto durante décadas. Administra territorio con normalidad, mantiene instituciones estables y, en comparación con otras regiones somalíes, se ha presentado como un proyecto relativamente tranquilo. Esa es precisamente la base de su demanda de reconocimiento y la razón por la que algunos observadores la describen como “excepcional”.
Pero no es oro todo lo que reluce. La consolidación estatal exige un control territorial sostenido, el monopolio de la fuerza y una legitimidad interna homogénea como estado-nación; pero Somalilandia enfrenta serios desafíos en zonas disputadas y dinámicas clánicas complejas que no siempre actúan de forma unificada. El conflicto de Las Anod (2023), por ejemplo, mostró que hay áreas donde el proyecto secesionista no es aceptado y donde la autoridad de somalilandesa es contestada por actores locales de peso. Aunque este apunte no invalida del todo su capacidad institucional en otras regiones, sí que relativiza el argumento que dice que el reconocimiento es un trámite inevitable por una supuesta realidad unificada sobre el terreno.
El reconocimiento de Somalilandia por Israel no es solo una noticia diplomática sin mayores consecuencias: es una prueba de estrés para el principio africano de fronteras, un acelerador de rivalidades en el Mar Rojo y un recordatorio de que, en el Cuerno de África, la línea entre comercio, seguridad y geopolítica casi nunca está clara… y menos cuando meten la mano terceras naciones.