Esos irreductibles germanos
Todo comenzó a finales del siglo II a. C., cuando, tras destrozar a varios ejércitos romanos, las huestes germánicas de los cimbrios, teutones y ambrones amenazaron con irrumpir en Italia, antes de que Mario lograra derrotarles en las batallas de Aquae Sextiae (102 a. C.) y Vercelas (101 a. C.). Medio siglo después, las legiones de Julio César fueron las primeras en cruzar el Rin, triunfantes, hacia el interior de Germania, causando honda impresión entre los nativos. ¿O quizás no tanta?
En tiempos de su heredero, Octavio Augusto, la legión V 'Alaudae' cayó en una emboscada a manos de fuerzas germánicas, lo que impulsó al "princeps" a poner en marcha la conquista de Germania. En el año 11 a. C. un ejército romano cruzó de nuevo el Rin a las órdenes de Druso el Mayor y, a lo largo de varias campañas, atravesaron la región hasta las orillas del Elba. Tras fallecer en un accidente, Druso fue relevado por su hermano, Tiberio, quien hacia 7 a. C. había sometido a todos los pueblos germánicos al oeste del Elba y desplazado al otro lado del río a los más irredentos. Su sucesor en el puesto, Enobarbo, llevó a las legiones incluso hasta margen oriental del Elba. Tras afrontar la primera revuelta generalizada en el territorio, en 5 d. C. Tiberio lanzó sus fuerzas sobre el interior de Germania desde el mar del Norte, en una operación anfibia a gran escala que resultó un éxito rotundo.
En principio, toda oposición había sido barrida y, entre el Rin y el Elba solo quedaban tribus leales. Llegados a este punto, Roma consideró que Germania debía ser convertida en provincia. Con esta misión arribó a la región Quintilio Varo en 7 d. C. Dos años después, su gestión y un alarmante cúmulo de errores garrafales desembocaron en el pavoroso desastre del boque de Teutoburgo, donde las legiones XVII "Classica", XVIII "Lybica" y XIX, y múltiples unidades auxiliares –entre 15 000 y 25 000 efectivos– fueron aniquiladas junto a su comandante en jefe, a manos de las fuerzas de una coalición de pueblos germánicos, astutamente liderada por el príncipe querusco Arminio. La provincia romana de Germania Magna pereció así antes de haber nacido.
Tiberio asumió el mando de urgencia y, en 10-11 d. C., ante la inacción de Arminio y sus fuerzas –ocupadas en discordias intestinas–, tomó la iniciativa y se internó en Germania a través del valle del Lippe y desde el mar del Norte. Solo el empeoramiento de la salud del "princeps" Augusto y su muerte (14 d. C.) lograron pausar el contraataque romano. Ya como nuevo emperador, Tiberio envió a su sobrino, Julio César Germánico, a la reconquista de la Germania Magna. Entre 14 y 16 d. C. sus campañas le llevaron a recuperar dos de las águilas de las legiones perdidas por Varo y a erigir un túmulo funerario en el malhadado bosque de Teutoburgo; pero, sobre todo, consiguió derrotar a Arminio en las batallas de Idistaviso y el terraplén de los angrivarios, aún a pesar de que uno de sus subordinados estuvo a punto de sufrir, a su vez, un terrible revés en la batalla de los puentes largos.
Todo estaba preparado para una ulterior embestida en 17 d. C. cuando, contra todo pronóstico, Tiberio ordenó cancelar las operaciones, consolidar las posiciones ganadas y que Germánico regresara a Roma para celebrar un triunfo. A partir de entonces, el Rin marcaría, en buena medida, el límite del dominio provincial romano, en tanto cesaba toda campaña a gran escala más allá de sus orillas. Que Roma renunciara al dominio directo sobre Germania, no supuso que dejara de proyectar su poder sobre la región. Los esfuerzos de las dinastías Julio-Claudia y Flavia lograron que, hacia el año 80 d. C., la mayoría de los pueblos germánicos situados entre el Rin y el Elba estuviesen firmemente sometidos a Roma como vasallos. El emperador Trajano ("reg". 98-117 d. C.) completó su obra ordenando que los brúcteros, la última tribu irredenta de Germania, fuese exterminada por sus vecinas, leales al Imperio, mientras las legiones miraban satisfechas desde la barrera. En lo sucesivo, el poder romano sobre la región se mantendría incontestado y estable durante casi un siglo y medio, hasta que, en el siglo III d. C., como sabemos, la formación de nuevas y desafiantes potencias germánicas –como las confederaciones de los francos y los alamanes–, volvieran a convertir el "limes" del Rin en un frente de guerra a gran escala.
Pero esa es ya otra historia...
Para saber más...
- 'Germanos. Enemigos de Roma' (Desperta Ferro Especiales n.º 45), 84 páginas, 8,50 euros.