PESTAÑA asi-fue-sevilla Sevilla: las fiestas 3 Se fue el invierno más largo, el de los encierros obligados, las distancias y los besos perdidos, las fiestas en los balcones y en la cola para los altares. En la cara de asombro del niño recibiendo el primer caramelo estaba la resurrección de la vieja normalidad, los ojos de estreno de la ciudad y de los que sólo la habían vivido a través de Youtube. La primavera renacida 1.085 días después, que es el tiempo exacto que va desde que entró el último nazareno blanco de Santa Marina y cruzó la puerta de San Sebastián otro del mismo color pureza. Porque la Semana Santa es el Cachorro : el último suspiro que nunca acaba desde no sé qué siglos hasta ahora, como escribió Aquilino, el poeta que dejó escrito para siempre el gran misterio de la resurrección que es la imagen de Gijón. Un tránsito infinito, de una orilla a otra del puente, «para ir diciendo al mundo, para ir diciendo al tiempo: así se muere». Así muere Sevilla. El año nació extraño, con los Reyes Magos envueltos en la humedad espesa de una calle Torneo vacía. El repunte de casos de esta pandemia que tampoco acaba nunca hizo que los responsables municipales instaran al Ateneo a evitar el casco histórico, Triana y Los Remedios para ganar amplitud y permitir una mayor distancia de seguridad entre el público. No funcionó, y lo único que se consiguió es que todo el mundo se aglutinara en la Ronda. A nadie se le ocurrió, afortunadamente, aplicar estos criterios para la Semana Santa . Suficiente han tenido las cofradías este año intentando pactar una reforma que ha dejado heridos en el camino y broncas destempladas. Regresó por fin la Semana Santa, que fue ese citado alegato a la vieja normalidad: esplendor pero sin que faltara la lluvia y los colapsos. Las vísperas y el Domingo de Ramos, en el despertar del gozo, tuvieron el sol por bandera. Fueron días en los que aún se veían mascarillas entre el público y los integrantes de las cofradías que, conforme fue avanzando la semana, fueron desapareciendo. Al Lunes Santo le pesaron las ganas después de tres años sin pisar la calle. El cielo negro no auguraba nada bueno, pero las primeras se echaron a la ciudad desafiando al tiempo. Intentaron hacer compatible la lluvia con el lucimiento en un exceso de valentía que acabó por desmoronarse conforme fue avanzando la jornada. Se mojaron y se refugiaron. Otras se volvieron nada más salir y las del final se quedaron dentro. Así transcurrió el Martes Santo , que es como el día de la marmota: no salió ninguna. La Semana Santa volvió a renacer el Miércoles Santo, un día de calor, esplendoroso, que se bloqueó al completo cuando cayó la noche. Éste fue el paradigma de los graves problemas de organización que sufren buena parte de las jornadas y para lo que se ha trabajado en los últimos tres meses. Por fin se ha encontrado una solución, que se probará en 2023. Volvió el Jueves Santo que no se vivía con plenitud desde 2018, y dejó estampas para la historia: Los Caballos saliendo de nuevo de Santa Catalina 18 años después, la Quinta Angustia con marchas fúnebres como hace un siglo o la Virgen del Valle sin palio, como en 1946. También renació la Madrugada , castigada antaño por la incertidumbre y la escasa afluencia en la noche, y que en 2022 recordó a los mejores años 90. Nunca faltó la Esperanza, ni 'El Recuerdo', que fue el homenaje más hermoso a otros dos poetas muertos. Las Tres Caídas interpretó en la Campana 'Nazareno y Gitano' en homenaje a Pascual González, pregonero que perdimos; y 'La Saeta' por Juan Manuel Martín, la voz rota del Señor de la Salud. Y como Sevilla nunca muere, regresó el Viernes Santo más espléndido tras cuatro años de clausura entre lluvias y pandemia. Grupo de jóvenes flamencas en la Feria de Abril 2022 Juan Flores Feria de las vanidades... y de las dualidades La Semana Santa murió en Santa Marina, que es donde resucita. Como la Feria, que regresó por todo lo alto, con el estreno de las casetas ventiladas con un doble techo, que ha llegado para quedarse. Lo que no ha cambiado, y seguirá vigente como una tradición más es el debate sobre el nuevo formato que implantó Espadas: la Feria de sábado a sábado. Ese legado es positivo en algunos aspectos, sobre todo para los caseteros y los turistas; pero desinfla la cartera a los sevillanos, que acaban como la Cabalgata de 2022: todos al mismo tiempo. Vaso medio lleno. Hay dos ferias, la primera impracticable y la segunda inviable, porque se hace demasiado larga. Por otro lado, está la otra feria: la de las vanidades . El real se ha convertido en una pasarela por la que desfilan sin sucesión políticos de toda índole que se contraprograman en la portada en busca de la foto. Acaban generándose paradojas como la coincidencia en el mismo sitio y a la misma hora, como ocurrió en la copa homenaje a las hermandades en la caseta municipal con el agasajo al ministro comunista Alberto Garzón degustando el jamón que desaconseja, y a la vicepresidenta Yolanda Díaz, que. siempre suma. Al final, también fue la feria de las dualidades. Porque Macarena Olona empezó allí su terrible campaña, convocando a la misma hora que Díaz. La Toña y la Malena, cada una en un extremo... de la portada. Con la vieja normalidad asentada, regresó el Corpus Christi y la Virgen de los Reyes en verano. Y, para el otoño, con el anuncio de un Santo Entierro Grande para 2023, hubo un anticipo de procesión magna en diferido . Hasta cinco en fines de semana consecutivos. Sevilla resucitó en 2022.
