El “regreso” de Harold Cárdenas
LA HABANA, Cuba. — Harold Cárdenas, el bloguero procastrista por cuenta propia, incomprendido por tirios y troyanos, estuvo de vuelta en Cuba luego de varios años de estancia en los Estados Unidos. Así lo anunció en un post que colocó hace pocos días en la red social Facebook.
En dicho post, que acompaña a una foto donde aparece con unas libritas de más, posando junto a un carro caro, un Tesla, Harold Cárdenas explica: “Llevo años casi fuera de las redes sociales. No siento necesidad de mostrar dónde estoy, con quién o haciendo qué. No necesito reconocimiento ni generar contenido para llamar la atención de los demás. Podría ser muy feliz lejos de esta tecnología que democratiza el debate público, acerca a los que piensan igual y da un micrófono a quienes antes no lo tenían. Sin embargo, también crea burbujas de opinión, aleja a quienes piensan distinto y posibilita discursos de odio. Mientras estaba fuera de Cuba, física y mentalmente, he visto avanzar el extremismo y la falta de empatía. Regresé a la isla hace un mes y ahora regreso a las redes. No participaré en debates estériles, no voy a contradecir a nadie sino aportar algo propio en este mercado de las ideas, los lectores juzgarán…”.
No sé si alegrarme cuando Harold Cárdenas avisa que cumplirá activamente su rol al frente de La Joven Cuba. Como lector asiduo que soy de ese medio puedo asegurar que gracias al talento y la honestidad intelectual de personas como la profesora Alina Bárbara López, no se echó mucho de menos la falta de Harold Cárdenas durante el tiempo que “estuvo fuera”, más bien fue un alivio descansar de sus ingenuamente románticas y puntillosas disquisiciones marxistas-leninistas-guevaristas.
Es válido reconocer que en la época en que Harold Cárdenas se apeaba con aquellas descargas, la atmósfera en Cuba no era la misma que se produjo después de los sucesos del 27N y el 11J, y de que el régimen de la continuidad, metiéndonos de cabeza en la peor crisis de la historia nacional, diera sobradas pruebas de su incapacidad para todo asunto que vaya un poco más allá de la demagogia, las consignas y la represión.
Pero Harold Cárdenas se perdió la oportunidad de presenciar in situ ese cambio de atmósfera. Según ha contado, decidió irse al extranjero el día que Donald Trump ganó las elecciones, porque, sabiendo como son los mandamases, le preocupaba ser víctima del fuego amigo cuando aumentara “la retórica hostil” de la nueva administración norteamericana contra el régimen castrista, y este entrara en pánico y empezara a disparar con todas sus armas y hacia todos lados.
El sagaz bloguero vio a tiempo el atrincheramiento de los retranqueros y cómo se cerraban los espacios para “la crítica dentro de la revolución”. Mientras el comisariado tronaba contra los centristas y cualquier otro deslizamiento ideológico, Harold Cárdenas, que de ningún modo está al centro, sino a la izquierda de Lenin, decidió irse, al menos por un tiempito, hasta que bajase un poco la marea. Entonces aplicó en varias universidades extranjeras, a ver cuál se le daba, y se le dio una beca de dos años y diez mil dólares en la neoyorquina School of Internacional and Publics Affairs, de la Columbia University.
Ha dicho Harold que tuvo que sopesar qué haría, pues sabía “el costo político que implica estudiar en USA”, pero venció sus prejuicios, decidió que la Columbia University sería su nueva trinchera de combate por el socialismo y allá fue, presto al sacrificio, llevando de equipaje tres camisas y un libro de Che Guevara.
Cinco años después, habiendo conocido el mundo real, Harold Cárdenas está de vuelta, aunque no se sabe con exactitud si en Cuba o en las redes sociales, y se apresta a ocupar su sitio en La Joven Cuba; justo cuando este medio, por ser cada vez más crítico, aunque siempre desde la izquierda, se halla bajo el fuego graneado de los talibanes del régimen.
Mal momento escogió el camarada Harold para “volver”. Sus motivos tendrá, pero yo no le arriendo la ganancia. El extremismo y la intolerancia a las críticas, aun a las más tímidas y “dentro de la revolución”, ahora son peores que cuando se fue a la beca en Yanquilandia.
Pase lo que pase, este es el momento ideal para que Harold Cárdenas pruebe que no se ha desteñido, que jamás renunciará a sus ideas, que seguirán siendo rojas como un tomate bien maduro, a punto de podrirse; o como el puñetero carnet del PCC que no le han querido dar, por majadero.
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