Herrado con el calor de la sangre y el ardor de los romances de verano desfila un agosto que huele a drenaje y cloroformo. Qué estío más duro, al que no le importa que en el octavo mes no trabaje ni el enterrador. La sombra de la cornada se coló también en la cubierta de Illumbe. Se abandonaba Paco Ureña al natural. Soberbios dos zurdazos. Hundido en la arena, roto, sin más mundo que él y Oficial. Pero este cuarto toro de Fuente Ymbro se quedaba por abajo y le levantó los pies. Como a un pelele zarandeó al torero, finísimo como el alambre, sincero siempre. Tremendo el aterrizaje: en dos tiempos. Sobre el cuello cayó todo el peso hasta...
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