Barrer el patio trasero
Primero fue el presidente James Monroe que en 1823 advirtió a los países europeos que cualquier intervención en América sería tomada como una agresión directa a Estados Unidos. América para los americanos, dijo, pero no aclaró que el dueño de la región sería su gobierno. Así nació la política intervencionista llamada Doctrina Monroe. Después, otro presidente, William Howard Taft, fue más claro en 1912: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho, como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente”.
Lo invitamos a leer Arce: Por culpa de Evo, ganó la derecha (III)
En 1986 lo redondeó Ronald Reagan, que, durante una gira por Panamá, dijo que América Latina era el patio trasero de Estados Unidos y, como tal, debía ser protegido por su gobierno. A partir de ahí, los que siguieron repitieron el mantra: Donald Trump: “Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, que aumente nuestra riqueza, expanda nuestro territorio y lleve nuestra bandera hacia nuevos y hermosos horizontes”. Le siguieron sus empleados, Mauricio Claver Carone (Enviado Especial de Estados Unidos para América Latina): “Éste es el barrio en el que vivimos y no puedes ser la potencia global preeminente si no eres la potencia regional preeminente”. Pete Hegseth (Secretario de Guerra): “El hemisferio occidental es el vecindario de Estados Unidos, y lo protegeremos”.
En ese histórico afán, los gobiernos estadounidenses han propiciado golpes de Estado, invasiones, operaciones clandestinas, bloqueos económicos, y ahora la imposición de aranceles y la permuta de presidentes a través de chantajes económicos: o aceptas a mi candidato o no recibes préstamos para tu miserable economía (Argentina, Honduras, Ecuador, Bolivia). Pero si eso no funciona, quedan las armas: 8 buques de guerra, un submarino nuclear, un portaviones, el más grande del mundo, y 15 mil soldados que sólo esperan una orden para invadir Venezuela, cercada por mar, aire y tierra.
Todo bajo la acusación sin pruebas de que Nicolás Maduro es jefe de un cártel de narcotraficantes, como si no supiéramos que este acoso data de hace 25 años, cuando en 2001 la agencia estadounidense The National Endowment for Democracy (NED) financió el primer operativo para desestabilizar el gobierno del entonces presidente Hugo Chávez, con un paro empresarial en contra de las reformas agraria, tributaria y petrolera que el mandatario venezolano estableció. A partir de esa fecha, Estados Unidos perpetró otras 15 acciones encubiertas ¿para qué? para despojar a esa nación de la mayor reserva petrolera del planeta: Estados Unidos se está quedando sin petróleo y quiere robar el de Venezuela para que sus transnacionales aumenten sus caudales. Venezuela no sólo tiene las mayores reservas certificadas de petróleo; también más oro que cualquier país del mundo y yacimientos de minerales estratégicos, como el coltán, y tierras raras, que hoy son claves en la disputa geopolítica por materias primas entre las grandes potencias.
Como si no supiéramos que Donald Trump es el presidente más mentiroso de toda la historia estadounidense: según el diario The Washington Post, Trump dijo 30 mil 573 mentiras durante su primer mandato de 2017 a 2021. La sección de Verificación de Datos de ese diario, aseveró que Trump rompió su propio record al proferir 504 falsedades en un lapso de 24 horas, el 2 de noviembre de 2020. Y en su país lo saben, por eso un 70 % de su población no está de acuerdo con lo que su presidente está haciendo con Venezuela. Aliados importantes como Reino Unido se apartaron, aunque también se le unieron otros cómplices como el Papa León XIV, que le pidió no invadir Venezuela; que si quiere sacar a Maduro que lo haga por otros medios: “creo que es mejor buscar maneras de diálogo, quizás incluso presión económica, pero buscando otra manera para cambiar, si es lo que deciden hacer en Estados Unidos”, dijo, entrevistado el pasado 2 de diciembre.
Finalmente: salvo el presidente Gustavo Petro de Colombia, en los demás presidentes latinoamericanos sólo hay silencio. ¿Miedo? ¿Indiferencia? Resignación. Como si se prepararan no a rebelarse, sino a tomar sus escobas y barrer el patio trasero.
(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista
The post Barrer el patio trasero appeared first on La Razón.