Una Navidad de esperanza para los cristianos de Oriente Medio
Las tendencias demográficas -persecuciones, desplazamientos internos, emigración- que vienen confirmándose en los últimos años auguran un futuro sombrío para los cristianos en Oriente Próximo, pero, y bien lo saben los habitantes de esta región del mundo, no queda otra a los representantes de las minorías religiosas de la región que seguir viviendo con intensidad el presente. Seguramente tenga que ver con la tregua en Gaza -alcanzada en octubre pasado- y la reciente visita del Papa León a Turquía y Líbano, primer viaje apostólico del nuevo pontífice, pero la Navidad ha llegado este año con una cierta sensación de esperanza para los sufridos cristianos de Oriente.
Donde el cambio será mayor respecto a los últimos tiempos es, sin duda, en la franja de Gaza. En Ciudad de Gaza, devastada como el resto del exiguo territorio después de dos años de guerra sin cuartel de Israel contra Hamás, una pequeña fracción de la minoría cristiana -de apenas unas quinientas personas-, la católica, celebrará el nacimiento del Señor en la iglesia de la Sagrada Familia (el único templo católico de Gaza, dependiente del Patriarcado Latino de Jerusalén). Pronto, el 7 de enero, harán lo propio los ortodoxos en la iglesia de San Porfirio, severamente dañada por los bombardeos israelíes (hay un tercer templo cristiano en el territorio: la iglesia bautista de Gaza, también muy afectada y convertida hou en refugio). Los tres templos han servido -y siguen haciéndolo- de refugio a los cristianos de la Franja. Los perfiles en las redes sociales de sendos templos mostraban en los últimos días la alegría contenida de sus jóvenes fieles en la instalación de nacimientos, árboles de Navidad y otros elementos decorativos después de dos años de muerte y destrucción a su alrededor.
Con la efigie del Papa y las banderas libanesa y vaticana impresionadas en muchas marquesinas y vallas de Beirut y otras localidades del país, los libaneses están convencidos de que la reciente visita de León XIV a su país no será la última de su recién iniciado papado, y creen que la próxima será la ocasión de que el pontífice se desplace hasta el sur para dar aliento a las minorías cristianas -en esa zona del país mayoritariamente ortodoxas y no católicas- en la geografía más castigada por la guerra entre Israel e Hizbulá. Unas tierras en las que la organización proiraní ha sido durante décadas dueña y señora de la situación, una hegemonía perdida tras los dos meses y medio de castigo israelí del pasado otoño.
Aunque la situación de los cristianos en el Líbano es, sin lugar a dudas, la mejor de cuantas realidades padecen en esta turbulenta región del planeta, lo cierto es que los cristianos vienen menguando demográficamente en un país donde un día fueron mayoría, y por eso la visita del Papa ha supuesto una inyección de apoyo ante los retos que tienen por delante no sólo los cristianos, sino el conjunto de la sociedad libanesa en este momento de impasse tras la última guerra.
También están convencidos en esta parte del mundo de que en su regreso a Oriente Próximo León XIV está obligado a visitar Siria, un país martirizado por varias décadas de dictadura y catorce de guerra. Si durante un período -del más de medio siglo- del régimen baazista presidido primero por Hafez al Asad y después por su hijo Bachar, los cristianos sirios -mayoritariamente ortodoxos griegos- gozaron de la protección del régimen a cambio de su lealtad, su situación es hoy marcadamente distinta.
La llegada al poder de los islamistas radicales -yihadistas en otro tiempo- de Hayat Tahrir al Sham comandados por Ahmed al Sharaa hace poco más de un año a Damasco tras la inesperada caída del régimen Asad ha hecho cambiar totalmente las tornas en Siria, y los suníes -comunidad mayoritaria pero marginada durante décadas de los puestos clave del gobierno, el ejército y las fuerzas de seguridad e inteligencia- paladean ahora las mieles del poder en detrimento de las minorías alauí, drusa y cristiana.
Con todo, salvo la matanza perpetrada por un elemento vinculado al Estado Islámico en la iglesia greco-ortodoxa de San Elías en Damasco del pasado mes de junio -que dejó una treintena de víctimas mortales- y salvo algún episodio puntual, los cristianos -quienes, a diferencia de drusos o alauíes, no cuentan con una milicia propia al margen del ejército estatal- no han tenido que lamentar nuevos ataques terroristas y, en cambio, han podido gozar de una relativa seguridad a lo largo de 2025. Con todo, los cristianos continúan teniendo motivos para la preocupación en Siria: la violencia sectaria contra drusos y alauíes alcanzó episodios de horror este año, el Estado Islámico sigue aprovechando la debilidad del Estado y las intenciones futuras de Al Sharaa y los suyos sobre el futuro de Siria continúa siendo una incógnita.
Reducidos a un porcentaje que no supera el 2% de la población siria -eran el 10% antes de 2011- los últimos católicos -minoría dentro de la minoría- de Alepo, Damasco, Homs o los valles del oeste del país celebrarán esta noche el nacimiento del Niño Dios con la esperanza de que las promesas de inclusión y protección del nuevo gobierno sean cumplidas en los próximos tiempos.
De la misma manera, y después del sufrimiento padecido durante la década pasada a manos de los yihadistas, los católicos iraquíes -mayoritariamente caldeos, una minoría dentro de una minoría de menos del 1% de la población general del país- disfrutarán de una Navidad de relativa tranquilidad en ciudades como Bagdad, la capital, Mosul, Basora o Erbil, la principal localidad del semiautónomo Kurdistán.