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Valle de Mexicali se niega a desaparecer pese a haber sido declarado muerto

Cierra los ojos. Imagina el desierto absoluto. El sol cae sin misericordia: 45 grados, quizá más. No hay sombra. No hay agua. El suelo está cuarteado, herido. El único sonido es el paso lejano de un auto, como un recordatorio de que la vida ocurre en otro lado. Así era esa zona en el Valle de Mexicali. Un lugar que fue declarado muerto en los años ochenta.Ahora ábrelos. Hazlo como nos pide Aída Navarro, coordinadora de la Alianza Revive el Río Colorado. Estás en el mismo sitio, pero algo cambió. Álamos, sauces y mezquites se elevan entre ocho y diez metros y forman un techo vivo. Las hojas secas crujen bajo tus pies: es otoño. La temperatura baja. El cuerpo descansa. Escuchas aves. Pequeños roedores. Reptiles que se deslizan entre la hojarasca. Aquí hay que caminar con cuidado: incluso una víbora de cascabel encontró refugio, lo que pudo atestiguar MILENIO.Y hay agua. Suficiente para que, en marzo o abril, alguien se suba a un kayak. Hay suficiente agua para que niñas, niños y adolescentes jueguen donde antes solo había polvo. Generaciones enteras crecieron sin saber que por sus comunidades pasaba un río. Hoy lo miran correr. Hace apenas diez años, esto era desierto.Cuando el río era inmensoViajemos cien años atrás. El Valle de Mexicali era un mundo distinto: humedales hasta donde alcanzaba la vista. Un río de hasta dos kilómetros de ancho. Barcos de vapor navegándolo, conectándolo con el Golfo de California —el Mar de Cortés—.El río Colorado nace en las Montañas Rocallosas, cruza siete estados de Estados Unidos —Colorado, Utah, Arizona, Nevada y California—, forma un tramo fronterizo con México (Arizona-Baja California), y desemboca en el Golfo de California, beneficiando a Sonora y Baja California.A principios del siglo pasado, Aldo Leopold dejó testimonio de la vitalidad de este río en su ensayo Las lagunas verdes, incluido en Almanaque de un condado arenoso, que abre con una frase hoy reveladora: “Existen personas que pueden vivir sin lo silvestre. Estos ensayos son la felicidad y los dilemas de alguien que no puede”.Millones de aves migratorias encontraban aquí descanso y alimento.Luego, hacia la década de 1940, llegaron las presas en Estados Unidos. Las decisiones mal tomadas. La idea de que la naturaleza era infinita y estaba al servicio exclusivo del ser humano. Y el verde se volvió arena.Con cada obra, el caudal. Para los años ochenta y noventa, el Río Colorado fue derivado casi en su totalidad: los volúmenes destinados a México se canalizaron a través del Distrito de Riego.“En los años ochenta, los estudios científicos fueron lapidarios y se enfocaron en documentar cómo era el proceso de muerte de un ecosistema”, dice Aída Navarro en entrevista con MILENIO.El suelo se salinizó. El pino salado —especie invasora— devoró a la vegetación nativa. La imagen perfecta del colapso climático.“Este río dejó de conectarse con el mar –algo casi inédito y antinatural–. Y eso es un dato crucial”, explica Génesis Alarcón, gerente de restauración de Restauremos el Colorado. “Es sorprendente que exista un río que no llega al océano”.Alrededor de 80 % del delta se secó por completo.El impacto fue devastador: especies nativas desplazadas, suelos degradados, la invasión del pino salado destruyendo lo que quedaba del ecosistema. El valle había sido sentenciado. Pero el río se negó a desaparecer.El día que el agua hablóHubo años de lluvias extraordinarias. El agua regresó por breves instantes. Y algo ocurrió: se dieron cuenta de que, cuando pasaba el agua, volvía la vida. No importaba la calidad. No importaba si arrastraba residuos agrícolas.Bastaba con que fluyera. Entonces surgió la pregunta, casi impensable para científicos y observadores del ecosistema:¿Qué pasaría si le devolvemos el agua al río? ¿Quién cedería agua para un ecosistema que ya nadie creía salvable? ¿Quién pelearía por un río que no figuraba en las cuentas?La respuesta no fue inmediata. Fueron años de técnica, ciencia, diplomacia binacional, negociación y terquedad. Pero sucedió. Casi trece años después, el río volvió.Volvieron las aves migratorias, las que cada año viajan desde Norteamérica hacia esta región. Hoy son alrededor de 17 millones; alguna vez fueron muchísimos millones más. El planteamiento más poderoso y urgente fue darles refugio.Volvieron los bosques nativos, donde antes solo sobrevivía el pino salado que devoraba la vegetación original. Cerca de 540 hectáreas restauradas. Más de medio millón de árboles plantados. Donde no había esperanza, hoy hay sombra.Los que se aferraronLa Alianza Revive el Río Colorado nació como nacen los procesos vivos: de forma orgánica.Organizaciones que ya sembraban pequeñas victorias se encontraron y decidieron unir fuerzas. Gobiernos. Científicas y científicos. Personas de campo. Académicos. Comunidades de ambos lados de la frontera.El proceso se sostuvo sobre cuatro pilares: agua, biodiversidad, comunidad y restauración. Los mismos que hoy articulan la recuperación del delta.El 17 de octubre, bajo el lema "El río nos une”, la Alianza celebró más de una década de colaboración binacional con una nueva edición del Festival Revive el Río Colorado 2025.Un encuentro que puso en el centro los avances en restauración ecológica y en la gestión del agua para el ambiente en Baja California.En la clausura, durante el panel "El río en cuatro voces", integrantes de la Alianza compartieron lo aprendido.Carlos Córdova, líder del equipo de Restauración de Restauremos el Colorado, describió cómo cada temporada en El Chaussé confirma que el río sigue vivo.“En diciembre llegan los pelícanos blancos, en noviembre los patos. Y cuando las semillas de los álamos vuelan y germinan, sentimos que el bosque respira de nuevo”.Al imaginar lo que el río podría decirles hoy, Córdova añadió: “Nos daría las gracias por revivirlo, pero también nos pediría que contemos esta historia, para que más personas aprendan a cuidarlo”.Por primera vez, el medio ambiente comenzó a ser reconocido como un usuario legítimo del agua.Al inicio de esta lucha, recuerda Enrique Guillén, director del Programa del Delta del Río Colorado en Restauremos el Colorado, los agricultores solían decir: “Están tirando el agua”.No la tiraban. La estaban devolviendo a la vida. Hoy, el río es reconocido. Tiene voz. Tiene derecho.Cuando el río besó al marEl fotógrafo de National Geographic, Pete McBride, lo vio morir. Caminó el delta completo porque no había agua suficiente para navegarlo. Llegó al mar y descubrió lo impensable: el río no lo tocaba. “Fue horrible”, recuerda en entrevista con MILENIO.“No había agua. Había perros, moscas. Caminé con mi lancha, con la esperanza de encontrar el río de mi casa, el río famoso del que hay tantas historias. Pero no encontré nada. Llegué al mar y me sorprendió descubrir que no se conectaba con el Río Colorado: se estaba secando”.Regresó años después, en 2014. Durante ocho semanas, un pulso ambiental permitió que el Colorado volviera a correr. Tres días bastaron para que el río besara el mar por primera vez en décadas. Fue una celebración. Una prueba. Una promesa.“Si este río, con millones de años de historia, pudo regresar —aunque fuera por tres días—, entonces aún hay esperanza”, dice McBride.Este proyecto de Alianza Revive el Río Colorado busca reconectar los ecosistemas del río hasta su desembocadura en el Golfo de California, el Mar de Cortés.Una ventana al pasado, una puerta al futuroEl sitio El Chaussé, en el Valle de Mexicali, es hoy una ventana a lo que fue el río. Con una cantidad mínima de agua, alberga aves migratorias, castores, linces y mapaches. Refresca el valle. Devuelve el equilibrio. La restauración no solo devolvió árboles. Devolvió memoria. Devolvió identidad.Sobre todo, devolvió esperanza y vida a un ecosistema que había sido declarado muerto. Actualmente, la Alianza ha restaurado alrededor de 540 hectáreas en distintos puntos del delta, como Miguel Alemán y Laguna Grande.Como dice Aída Navarro, coordinadora de la Alianza Revive el Río Colorado: cuando logras devolverle la vida a un lugar imposible, ya no quieres detenerte.ReviveEn inglés, llamaron a esta alianza Raise the River. “Aquí lo nombramos como se nombran las cosas que importan: Revive el Río. Las ‘R’ son claras: reconectar, restaurar, recuperar, revivir”, explica Aída Navarro.Porque si este valle —declarado muerto— pudo renacer, entonces todavía hay esperanza. Y porque, al final, el río nos une.EHR

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