A la atención de don Marco Rubio García
Es más que posible que esto que estoy comenzando a hacer, a saber, escribir una carta a alguien que, casi con total seguridad, jamás la leerá, sea considerado por muchos un ejercicio de languidez y aflicción absurdo. Incluso yo mismo tengo una profunda convicción, si bien no absoluta, de que este texto jamás llegará a su destinatario.