«¿Lo sabes todo sobre tu novia?»: Los porqués que explican que una joven consienta el maltrato
Las relaciones de celos y posesividad de los chicos hacia las chicas y de «lealtad» que guardan ellas permitiéndola es un hecho que vienen denunciando cada vez con mayor vehemencia entidades como la FAD y la Fundación Ana Bella. Ellas lo conciben como un amor romántico y ellos, como muestra de pertenencia, alertan desde estas entidades. Los jóvenes reproducen «roles de género» muy anticuados, corroboran los expertos consultados del punto de atención integral de la Comunidad de Madrid. Y ayer, el INE (Instituto Nacional de Estadística) puso datos también a esta realidad: el mayor repunte de denuncias y víctimas de maltrato en el país se produjo el año pasado en una horquilla tremendamente peligrosa y vulnerable, las menores de 18 años. Se incrementó un 14,8% de 2016 a 2017 (de 569 muchachas a 653), inquieta el INE, y la tasa de víctimas de violencia de género se sitúa en España en 1,4 por cada mil mujeres a partir de los 14 años.
Leticia (nombre ficticio) es una chica sevillana que sufrió maltrato entre los 14 y los 17 años. Ahora acaba de superar la mayoría de edad. La Fundación Ana Bella trabaja con ella para reforzar su autoestima, ya recuperada, y habla con la fortaleza de quien ha «tragado un infierno» con su expareja, un chico de etnia gitana que ahora espera un juicio y al que el juez ha interpuesto una orden de alejamiento de 300 metros respecto de Leticia. La joven alerta a quien consiente un control férreo. «Mi movil era prácticamente suyo, pero lo peor es que me prohibió hablar con mi familia. No me permitía salir con mis amigas porque decía que todas eran unas “putas” y que me iba a ir con otros niños. Él sale por Sevilla capital y yo aún no me atrevo, un año después de haber dejado la relación», confiesa esta muchacha andaluza a ABC.
«Joven para abrir los ojos»
Leticia pasó 8 meses en un centro de protección de Sevilla y otros 15 meses en otra provincia, Huelva, hasta que pudo «verse libre», desatada de un yugo que le llegó con una edad en la que cuesta más «abrir los ojos». «No te gusta sentir que eres una mujer maltratada. Eres demasiado joven hasta para saber qué es eso», asume. «Ahora te aseguro que no permitiré que nadie me vuelva a prohibir nada».
En la radiografía global del maltrato que hace el INE, precisamente la Comunidad de Leticia es la que lidera el ranking de las 29.008 mujeres víctimas que se detectaron en 2017 (ya que se inscribieron en el Registro Central para la Protección de las Víctimas de Violencia Doméstica y de Género), seguida de la Comunidad valenciana.
En lo que se refiere a los menores maltratadores, el número de los denunciados se disparó un 18,7%, de 107 en 2016 a 127 el años pasado. El total de hombres denunciados en el país también creció: fue de 29.987 el año pasado, un 2,8% más que en 2016.
Se refrendan, pues, estudios como los publicados por el barómetro «Proyectoscopio», de análisis de la juventud en el Centro Reina Sofía y la FAD, en los que más de una cuarta parte de las jóvenes «veía absolutamente normal conductas de posesión» y violencia si formaba parte de una relación de pareja. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad también ha dirigido las últimas campañas al foco de los más jóvenes, al estimar que el porcentaje de jóvenes de entre 16 y 19 años que ha sufrido violencia de control por parte de sus parejas ha ascendido a un 25% en el último año (frente a la media de la población en general, que es del 9,6%). Y, de acuerdo a los estudios del Ministerio de Dolors Montserrat, en cuanto a la forma de control, el mecanismo más normalizado entre los jóvenes es el cibercontrol.
Cibercontroladas
«Por qué no contestaste en el momento en que leíste el mensaje, tenías el doble clic del estado de WhatsApp y no te dignaste a responder». «Te había pedido una foto del lugar donde estabas y que me mostraras a tus amigas, y no lo hiciste». No son conversaciones inverosímiles: son casos reales de lo que varios menores, denunciados por violencia de género sobre sus parejas, dijeron a sus novias antes de pasar a mayores, según describe una psicóloga y terapeuta en el citado punto de Violencia sobre la Mujer de Madrid, que preserva el anonimato de todas sus víctimas.
«En muchos casos estamos viendo que repiten patrones de control de las relaciones que han visto en sus casas», cuenta en este punto una especialista en el tratamiento de víctimas. Hijos del maltrato que se comunican con sus parejas a través del golpe y la posesión, sobre todo de la violencia psicológica. Un ejemplo real: César (los nombres sí son ficticios) «llama “fulana” a Isabel, se relaciona con ella a través de golpes, pero es más, la relación de celos le lleva a regañarle por el escote que se pone y el maquillaje que usa». Según esta experta, es el «caso prototípico». César acaba de cumplir los 18 años y es un «caso que hemos perdido», se duele la profesional, porque cuando se aborda la lacra sexista de manera tardía es complicada la rehabilitación terapéutica. «Tuvimos dificultades de intervención con él. Quisimos que toda la inseguridad que volcaba en sus relaciones sociales la identificase como violen
«Hay menores retraídos que protegen a su entorno de la agresividad heredada»
Hay hijos de maltratadores que se rebelan contra lo que han presenciado en el hogar. Desarrollan traumas paralelos que deben tratarse también en puntos de terapia como los de atención integral a las víctimas. En Madrid, una especialista comenta que actualmente están tratando a uno de estos niños que padecen «fobia social» derivada del maltrato en su hogar: «No quiere pegar como su padre, pero es más retraído de lo normal. Este tipo de chicos establecen mecanismos como límite, algunos no reclaman nada, lo que quieren es que les dominen a ellos para sentirse diferentes de lo que tienen en casa». Es el perfil que llama menores «introvertidos que no quieren ser una copia de sus padres».
Estos jóvenes tratan de «protegerse a sí mismos y a sus entornos» metiéndose en casa, sin salir, no tienen relaciones sociales, y odian las relaciones de pareja. «Hacen todo lo contrario al patrón usual entre hijos de maltratadores, porque se asustan de la agresividad. Este joven ha adquirido el rol de proteger a su madre rechazando todo tipo de relaciones». Huyen de sí mismos.
Al debate de si hay factores (letras machistas de reggaeton, influencia de los estereotipos de género en fiestas e internet) que favorecen actitudes sexistas, la respuesta unánime de los especialistas es afirmativa, aunque el patrón heredado y la violencia en el ámbito familiar están por delante. «Tenemos chicos de 12 años, cuya forma de violencia es la ridiculización de las víctimas en redes sociales, con fotos eróticas, etc, y esa es otra forma de dominio» contra la que no se está actuando, denuncian en el citado punto de atención.