Yo votaré a Jaume Collboni

Mi única prioridad para estas elecciones es que Ada Colau no continúe siendo la alcaldesa de mi ciudad. Me han gustado sus carriles bici, salvo el de la Via Augusta, que pienso que en serio que es una provocación y una burla a los miles de personas que cada día entran y salen de Barcelona; y me han gustado también, y mucho, sus superislas, con las que ha embellecido el entorno y la vida de los afortunados vecinos. Son dos aciertos notables, sobresalientes, por los que la señora Colau tendrá siempre mi gratitud y mi reconocimiento. Pero no comparto con ella la moratoria hotelera, ni su absurda teoría económica del decrecimiento, ni que nos condene a tomar el aperitivo en terrazas tercermundistas, ni su odio al turismo. No comparto con ella su aversión a la actividad empresarial, al negocio, y me parece que lo que ha hecho bien, bien está, pero que si continúa en el cargo se sentirá lógicamente legitimada para llevar a cabo y con todas sus consecuencias su idea de ciudad, que no es la mía y además pienso que en lo esencial es terriblemente perjudicial para Barcelona. Si Ada Colau continúa seremos cada vez más grises, más intrascendentes, más pobres. Caeremos de la liga de las grandes ciudades del mundo en la que Barcelona tiene que estar. A pesar de que lleva ocho años en el cargo, todavía la alcaldesa no ha tenido tiempo de culminar sus cambios más profundos, los que más afectan al funcionamiento estructural de la ciudad y que aunque son los que menos se ven, son los que más afectan y de un modo determinante a nuestras vidas. A la alcaldesa hay que agradecerle con respeto los servicios prestados; y hay que reconocerle que muchas veces la hemos insultado sin motivo por algunas de las cosas que cuando las anunció nos parecieron un atentado y que cuando las hemos podido vivir las hemos disfrutado mucho. «Permeti'm, doncs, senyora, que acabi la cançó. Li estenc la tovallola, li demano perdó». Pero ya está. Tenemos que avanzar y ella no nos sirve para el próximo paso. Por familia y vecindad mi voto natural sería a Xavier Trias pero aunque el candidato trate de disimular renunciando a las siglas de su partido y hablando poco o nada de la independencia de Cataluña, recibió el expreso encargo de Puigdemont para que se presentara y ganara Barcelona, porque quiere el forajido tomar impulso de cara las elecciones generales, ganar a Esquerra y convertirse en el socio preferente de Sánchez. Puigdemont y su partido, Junts, han sido tal cáncer para Cataluña y han destrozado de una manera tan monstruosa la convivencia y el bienestar de esta sociedad que de ninguna manera quiero que mi voto se confunda o pueda servir de apoyo a este señor o a sus partidarios. Me causa disgusto por Trias, porque fue un buen alcalde y es una buena persona que comprende perfectamente que la independencia no es viable y que su partido se ha comportado de una manera infantil y ridícula y está plagado de personajes de tercera regional que devalúan la política; pero ni haciendo un esfuerzo de buena voluntad puedo confiarle mi voto, ni creo que se lo puedan confiar tantas y tantas personas razonables que se encuentran en la misma situación política, moral y vecinal que yo, y que sintiéndolo mucho no podremos darle nuestro apoyo. Por lo que dice y por lo que querría hacer, mi candidato más afín es Daniel Sirera, del Partido Popular. Conozco a Dani desde hace muchos años y siempre ha sido una persona dialogante, inteligente y con ideas favorables a los intereses de la Humanidad. Su plan para Barcelona es el que mi ciudad necesita. Se basa en la realidad para mejorarla ayudando a la creación empresarial y favoreciendo la creación de riqueza. No tiene prejuicios medioambientalistas, feministas o veganos, lo que es decir mucho de un político de nuestro tiempo. El único problema es que votarlo no sirve para nada. En unas elecciones municipales y sobre todo en estas elecciones municipales, con todos los partidos pendientes de las generales de diciembre, el que gane las elecciones va a ser el alcalde porque va a ser muy difícil que se organice una suma contraria. Por lo tanto, y créanme que me duele tenerlo que decir, votar al PP en Barcelona es desaprovechar un voto para el cambio. El único que está en disposición de ganar a Ada Colau es el candidato del PSC, Jaume Collboni. No me gusta. Las poquísimas veces que he hablado con él me ha parecido soso, vulgar, poco interesante. No creo que tengamos nada en común ni que nos divirtiéramos cenando pero él y su partido tienen defienden correctas sobre lo que ha de ser y sobre lo que no ha de ser mi ciudad, y a Barcelona casi nunca le ha ido mal tener un alcalde socialista. Digo casi por Joan Clos, que fue muy mediocre, aunque hay que reconocer, para ser justos, que tampoco su gestión nos sumió en la calamidad. La crítica, no por obvia inmerecida, que se le puede hacer a Collboni es que ha compartido gobierno municipal con Colau durante los últimos cuatro años y que por lo tanto son lo mismo. Es verdad que el candidato del PSC ha estado en el gobierno de la alcaldesa pero no es verdad que sean lo mismo y qué Collboni haya sido un oportunista dadas las circunstancias políticas que depararon las últimas elecciones no significa que si finalmente es alcalde vaya a hacer lo mismo que ha hecho hasta ahora Ada Colau. Según las encuestas más optimistas, es decir, la que publicó el viernes GAD3 para ABC , Collboni le saca un punto y medio a Colau, lo que por desgracia no asegura nada, porque todavía queda una semana de campaña y es mucho mejor candidata la alcaldesa que él. También es verdad que las ganas de cambio que hay entre los barceloneses son profundas y transversales, y que a pesar de que Colau resiste muy bien las encuestas y tiene un votante muy militante y fiel -y cierto voto oculto de clase media, favorecido por las superislas pero que en público no se atreve a decir que votará por ella-; hay tanto enfado con la gestión muncipal que a Collboni le votaremos muchos como yo que ni somos socialistas ni estamos especialmente emocionados con él. Barcelona tendrá de alcalde a alcalde Jaume Collbon i o continuará la alcaldesa. Esto es importante tenerlo claro y tener claro también que cualquier voto que no vaya al Partido Socialista será una posibilidad más que tendrá la señora Colau de llegar primera y por lo tanto de mantenerse en el cargo. Yo sé que decir esto es muy desagradable para los candidatos, pero la realidad es muchas veces desagradable y no por ello la tenemos que dejar de atender. La democracia no nos pide que votemos al mejor o al que más nos gusta. Nos pide que votemos al mejor entre los que tienen alguna opción de ganar o de influir. Y tal como funcionan las elecciones municipales, y tal como están las cosas en España, sólo uno de los dos tendrá el poder y además lo tendrá todo, porque ni siquiera necesitará un gobierno de coalición al ser muy difícil que entre partidos que van a estar a cara de perro hasta las elecciones diciembre, lleguen algún tipo de acuerdo para organizar al futuro alcalde una moción de censura. Aunque la oposición a la alcaldesa ha tenido momentos de una gran rudeza y mala educación, y no se le han reconocido las cosas que ha hecho bien por ese exagerado odio de fondo que provoca en tantos segmentos de población, es fundamental para la ciudad que tengamos a otro alcalde. Colau es lista, pero su tonta ideología le puede más que su indiscutible inteligencia política. Barcelona necesita a un alcalde que entienda mejor qué es la ciudad y lo que necesita; que no le den asco los empresarios y que la creación de riqueza no le parezca una crimen o una amenaza. Votar con la nariz tapada es menos romántico, pero hay que saber hacerlo cuando es necesario. Es más importante saber lo que no quieres que lo que quieres. Es un signo de madurez personal y democrática ordenar tus prioridades. Y la única prioridad seria e imperiosa es que la señora Colau no tenga un tercer mandato para acabar de arruinar a Barcelona