Sólo un suceso verdaderamente excepcional podía rescatar la tarde, despeñada en lo más fondo del barranco tras cuatro toros tan nobles y colaboradores como ausentes de emoción. Sin toros no hay emoción; y sin emoción, el rejoneo no deja de ser una exhibición . A la corrida de San Pelayo le había faltado la chispa que finalmente tuvo Sardinero –no hay quinto malo–, como a la terna le faltó la chispa de Diego Ventura , que por eso es la máxima figura del escalafón. Que recuperó su trono de la Maestranza , si es que en algún momento lo dejó de tener. Entregado y vibrante, desde su espectacular recibo hasta la suerte de banderillas sin riendas con Bronce, el Roca...
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