EL autochequeo del Debate del Estado de la Ciudad arroja buena prospectiva. Ocurre en todas las ciudades que el prisma de quien gobierna no coincide con la oposición, que rara vez no deja de tirarse a la yugular; ni tampoco con lo que el vecino de a pie diría. Por eso resulta difícil centrar el estado de las cosas en Córdoba, donde hallar el punto intermedio es un empeño casi mítico por su tramoya sociológica e histórica. Entre los números, las impresiones y lo que pueda pulsarse en grupos externos al poder directo uno puede hacerse un esquema de cómo gravita el paciente. Más que el estado de la ciudad al final es el estado de quienes la gobiernan y...
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