Mañana, en Sevilla, final de Copa entre el Athletic y Mallorca. El partido se disputa justo 40 años después de su último título vasco, en la final más vergonzosa jamás vista. Con 16 años, tuve la desgracia de asistir al encuentro del Bernabéu, en un sábado lluvioso en Madrid. Saber que algunos miembros de la peña barcelonista
Ramon Llorens murieron por accidente en el desplazamiento ya nos dejó la peor de las sensaciones. Ver perder una final a tu equipo siempre es doloroso. Darte cuenta que en más de 70 minutos apenas puedes intentar igualar el marcador, a pesar de tener a
Schuster o Diego Armando
Maradona en el campo, fue frustrante. El partido, brusco de inicio a fin, venía precedido del cruce de declaraciones entre
Clemente y
Maradona sobre quién tenía los huevos más grandes. Todo muy didáctico. Al final, llegó lo peor. La batalla campal, la sensación de no saber perder, las reyertas con imágenes para olvidar de
Maradona,
Clos o
Migueli. También de
De Andrés,
Sarabia o un
Goikoetxea que seguía estando en todas. El Athletic ganó por el gol de
Endika y el Barça perdió su imagen.
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