Desde que es el equipo campeón y núcleo activo de las ambiciones, Red Bull ha dejado de ser la cuna de la fiesta, la frescura del paddock y el catering para todos. Es ahora una marca con ojeras, foco de vanidades y ebria de éxito. Empezó la temporada de F1 y los coches energéticos volvieron a arrasar en Baréin con Verstappen y Checo Pérez , pero en Red Bull no hay celebración ni motivos para el jolgorio. Hay un conato de guerra civil, dos facciones pegándose públicamente, en la empresa y en el equipo de Fórmula 1, con un presunto escándalo de corte íntimo por medio y un campeón, Max Verstappen, al que tientan desde la competencia, Mercedes. Será difícil...
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