Mis recuerdos de Paul Auster están inseparablemente unidos a mi madre. Nuestro primer encuentro, (y permítanme que hable de mi relación con sus libros como si de una amistad personal se tratara), nuestro primer encuentro, decía, se produjo un día de verano. Yo tenía veintipocos años y se acababa de publicar Brooklyn Follies. Mi madre devoraba sus últimas páginas y al terminar, supongo que intuyendo ya mi costumbre de pasear por el lado melancólico de la vida, me miró y me dijo: “Tienes que leer este libro. Читать дальше...