Llegó a su fin la incertidumbre de la selección de Portugal en su camino al Mundial de Catar y la clasificación para la cita desató la euforia de los aficionados lusos.
Cristiano Ronaldo no quería faltar al que puede ser su último campeonato global ni quedarse atrás con respecto a la presencia de Messi, que estará presente con Argentina. Esa es una de las grandes obsesiones del jugador madeirense porque no deseaba pasar por el trance de verse apeado y contemplar el torneo en noviembre desde casa.
Por eso se le vio muy activo al capitán, enchufado desde el primer minuto del partido. Suya fue la asistencia a Bruno Fernandes, su compañero en el Manchester United, en el primer gol de la noche por parte del autor del doblete decisivo ante los que asustaban por haber sido los verdugos de Italia días atrás
Otra de las motivaciones del delantero de los récords se debe a que, si no accedía a Catar, se irían al traste numerosos contratos publicitarios que aguardaban al billete de los portugueses para viajar.
Y eso que estuvo algo fallón la exestrella del Real Madrid, como le ocurre en los últimos tiempos. Pero los portugueses lo adoran y lo siguen reclamando para seguir siendo su ídolo al frente del timón.
El Estadio do Dragao volvió a convertir Oporto en la ciudad talismán de una selección bien armada que, en realidad, tiene un cúmulo de talento que pasa también por Diogo Jota, el atacante del Liverpool.
Las gradas exhibían el combinado de rojo y verde que define la bandera de los vecinos ibéricos, con los 50.000 espectadores desatando la euforia en cuanto sonó el pitido final del árbitro.
