Con la Liga de Naciones se supone que ya no hay amistosos. Los partidos no pierden su tacticismo, su disfraz de seriedad, y los jugadores han de mostrar empeño competitivo porque hay algo en juego. Pero cuando es junio, el fútbol español se ha empaquetado, y las expectativas más o menos están cubiertas, la cosa cuesta más. Se le notaba a España en los balones perdidos o en el error defensivo del gol checo. Carvajal, que tan buena final hizo en París, se equivocaba, le costaba arrancar, pero ¿cómo no iba a costarle? Tendrían que ser once Nadales.
Porque además, y para ponérselo más difícil al espectador, Luis Enrique añadió rotaciones. Todos entran y salen, como operarios de un sistema fabril,...
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