José María Ruiz-Mateos, el patriarca destronado
Abandonado por su familia, cargado de deudas, con sus bienes embargados y acosado por la Justicia, José María Ruiz-Mateos se despidió de este mundo el 7 de septiembre de 2015 . Fue el punto final de una batalla contra el tiempo y las adversidades que duró más de tres décadas. Resulta difícil encontrar otro ejemplo mejor de la caída de un hombre poderoso, el ciudadano más rico de España, que pasó del todo a la nada la noche del 23 de febrero de 1983. En esa fecha el Gobierno de Felipe González, que apenas llevaba tres meses en el poder, decidió expropiar por decreto ley Rumasa , el imperio empresarial de Ruiz-Mateos . Era un conglomerado de 400 empresas, con bancos, hoteles, constructoras y grandes almacenes, que daba trabajo a 50.000 personas. El telediario de la noche informó de la noticia, mientras la policía irrumpía en su sede de Colón para incautar la documentación del holding. Todavía hay debate sobre si la decisión de enajenar la propiedad fue conforme a derecho pese a que el Constitucional convalidó la medida por el voto de calidad de su presidente. Pero lo cierto es que Rumasa era un gigante con pies de barro , con una elevada deuda a la Seguridad Social y cuyas sociedades no estaban auditadas. Arthur Andersen cuantificó el agujero patrimonial en 245.000 millones de pesetas (1.500 millones de euros), pero el coste del saneamiento que tuvo que afrontar el Estado multiplicó por cinco esa cifra. Hijo de un bodeguero jerezano muy religioso y de derechas, el sueño de Ruiz-Mateos era formar parte de la élite empresarial de este país, formada por un selecto club de banqueros y familias aristocráticas. Nunca lo consiguió. Siempre fue visto con una mezcla de desconfianza y desprecio pese al despegue de sus negocios en los años 70. El sueño de Ruiz-Mateos era formar parte de la élite empresarial de este país. Nunca lo consiguió Ruiz-Mateos interpuso casi 200 demandas contra el Estado, pero las perdió todas. Tras la expropiación, permaneció en varios países para escapar de la Justicia, que le acusaba de delitos de fraude y falsedad documental , pero finalmente fue extraditado en Alemania para ser juzgado. Nunca fue condenado en los diversos procedimientos penales en los que estaba inculpado, pero estuvo media docenas de veces en la cárcel. La última, unos meses antes de morir en su casa de Puerto de Santa María, donde vivía acompañado de una de sus hijas. Su mujer y sus otros 12 hijos ya no querían saber nada de él y le culpaban de todos sus males. Caricatura de sí mismo Todavía hoy muchos le recuerdan disfrazado de Superman en los juzgados de Madrid, vestido de húsar y tocando el caramillo o golpeando por la espalda a Miguel Boyer . Desesperado por la imposibilidad de recuperar su imperio, se convirtió en una caricatura de sí mismo y un personaje estrambótico en la vida nacional. Nada quedaba ya del gentleman de trajes cruzados, pañuelo en la chaqueta y caras corbatas, que hablaba con arrogancia a sus subordinados. En sus últimos años, era un hombre abatido con un impresionante deterioro físico y psíquico, un triste juguete roto. Sin embargo, la expropiación no supuso la ruina del empresario porque el Estado no pudo incautar la llamada Rumasa exterior, una serie de activos que estaban ocultos fuera del país. Con este patrimonio creó la Nueva Rumasa a lo largo de los años 90 tras comprar sociedades como Dhul, Clesa, Garvey, Elgorriaga y Trapa, entre otras. Noticia Relacionada estandar Si El Estado da luz verde para la extinción definitiva de Rumasa casi 40 años después de su expropiación Bruno Pérez La sociedad estatal encargada de liquidar el hólding de los Ruiz-Mateos da por cerrados todos los litigios pendientes y deja en manos del Gobierno la fijación de la fecha para su disolución Ruiz-Mateos, devoto seguidor de la Virgen del Perpetuo Socorro y miembro del Opus Dei, ofrecía elevadas rentabilidades a los inversores que compraban sus emisiones de deuda hasta que finalmente no pudo devolver los intereses. En 2010, todo se vino abajo. El grupo quebró y la Justicia inició nuevas acciones contra la familia. Pronto se descubrió que las propiedades de todas las compañías estaban radicadas en paraísos fiscales y que era imposible recuperar los ahorros de miles de personas. Con un avanzado párkinson que le producía temblores y un delirio mental progresivo, Ruiz-Mateos vagaba por las habitaciones de su chalé en Puerto de Santa María hasta que le sorprendió la muerte. La única persona que le visitaba era la peruana Susana Álvarez, misterioso personaje y uno de sus testaferros en la Nueva Rumasa . Murió a los 84 años cuando había perdido toda esperanza de recuperar su patrimonio, aunque todavía seguía enviando cartas a políticos y periodistas para reivindicar el imperio que se derrumbó aquella noche de febrero.