Inquisición y erotismo
Más allá del caso Berni, más allá del caso Negreira, hay unas chicas que han celebrado, en Turquía, un campeonato europeo, y femenino, de ajedrez. Arrimo este caso de extrarradio porque incluye una novedad exótica. Resulta que han tenido que jugarse el campeonato, las muchachas, bajo normativas de vestuario. Ahí van: «Se exige pulcritud y buen olor. Se prohíben las sandalias, las faldas cortas, y desabrocharse la blusa más allá del segundo botón». Leido esto, casi pudiera deducirse que las competidoras eran gogós que, de pronto, se han dado al despiste de echarse un ajedrez. Pero sobre todo se intuye que los promotores de estas normas son muy versados en el noble oficio de mirón , oficio no necesariamente reñido con el de erotómano del jaque mate. Y aquí quería yo llegar. Las normas me parecen un jaque mate a la libertad de la mujer de ir lo desabrochada que ella quiera, tenga el vicio del ajedrez o la abogacía. Esto es como imponerle a las venus del voleibol que jueguen lo suyo en sayas de clausura. A las tenistas, en su día, les prohibieron el albedrío de atuendo, que es lo que en su momento popularizó mucho el tenis de mujer. A Anna Kournikova, o a María Sharapova, no las veía yo vestidas del chándal de José Antonio Camacho, por ejemplo. Estas alegrías del machismo de merendero no las censura ni mucho ni poco nuestro feminismo de cabreo, pero a mí me conciernen y me joden, porque son estampas prehistóricas que ocurren a dos ratos de avión de nuestra propia vida. La noticia nos viene de Turquía, pero igual pudiera llegarnos de Irán o bien de otro paraíso donde más bien prosperan infiernos, todavía. Aquí estamos a un par de alborotos de prohibir el bolero, que es heteropatriarcal, y nos damos mucha maña en objetar la publicidad de guapas , desde una cursilería homicida, pero se nos escapa que en países de turisteo aún le dictan a la mujer la falda. Las turcas del ajedrez han aceptado la normativa. Y los censores de costumbres, tan contentos. Entienden que para desabrocharse el tercer botón de la blusa ya está el ajedrez del capricho de cuando diga la inquisición del que maneja. Como aquí, pero al revés.