La gran familia barroca reunida
TEMPORADA 2023/2024 de la OBS | Concierto VII Programa: 'El triunfo de Baco'. Obras de F. Couperin, F. Francoeur y Leclair. Intérpretes: Orquesta Barroca de Sevilla. César Nogueira, Leo Rossi (violines), Fumiko Morie (viola), Mercedes Ruiz (violonchelo), Ventura Rico (Viola da gamba y contrabajo). Alejandro Casal (clave), Juan Carlos de Múlder (tiorba), Rafael Ruibérriz (flauta) y Jacobo Díaz (oboe). Dirección y violín solista: Theótime Langlois de Swarte. Lugar: Teatro Turina. Fecha: 01/05/2024 5 Nos hablaba Langlois de la familia de François Francoeur como un linaje de varias generaciones de músicos franceses que nutrieron a Francia de música durante todo el siglo XVIII , antes de interpretarnos la única obra de él incluida en este programa. Langlois ha dedicado un disco a los hermanos Francoeur, pero otro a la historia de las 'familias' de Vivaldi, Leclair y Locatelli. Y el hecho de incluir a François Couperin -también de familia de músicos- para abrir y cerrar el programa con una colección providencial titulada las 'Naciones' y dos de sus emblemáticas 'Órdenes' -la 'Francesa' y la 'Española'- nos da idea de que en realidad se nos hablaba de una suprafamilia que al joven le interesa sobremanera -y que diríamos que se siente parte- y es la que une fundamentalmente la música francesa con la italiana: Couperin capitaneó la idea con sus 'Gustos Reunidos' y luego siguieron en el programa obras de cada uno de los autores citados (faltó Locatelli, aunque Langlois lo nombró como un antes y después de conocer a Leclair). Oímos en primer lugar una selección de 'La Françoise', compuesta como cada 'Ordre' por una sonata en trío a la italiana seguida de una suite francesa. Las 'sonades', como le gustaba llamarlas a su autor para desproveerlas del recuerdo italiano del término 'sonata', «sirven únicamente como preludios o especie de introducciones» a las suites francesas, según confesaba Couperin. Fueron compuestas mucho antes que las suites, y concretamente esta inicial «fue también la primera que compuse y la primera que fue escrita en Francia», escribía, con el añadido de confesar «una pequeña mentira inocua», que no fue otra que hacerse pasar por un autor italiano para conseguir que sus paisanos franceses «devoraran» su música, como así ocurrió. Esta primera 'Sonada', estaba inspirada en las sonatas «del Signor Corelli, cuyas obras amaré mientras viva», así como la última de la suite francesa, la 'Chaconne ou Passacaille'. La formación hispano-francesa la componía una cuerda reducida sólo a dos violines más continuo (y aquí el lujo de volver a oír a Ventura Rico a la viola 'da gamba'), concertando con la flauta de Ruibérriz y el oboe de Díaz. Langlois figuraba aquí entre los demás músicos y concretamente junto a Nogueira. Indudablemente era esta y la 'Española' las piezas más colorísticas, a la vez que más diríamos que 'corporativas'. François Francoeur, junto a su inseparable amigo François Rebel, fueron también decisivos en la introducción de la música italiana desde sus respectivos puestos en la amplia plantilla de músicos de la Corte francesa. Una de estas aportaciones fue la de ampliar la dificultad de los requerimientos técnicos en la música gala, que consideraba la italiana imposible de tocar: recurrir a más de una cuerda simultáneamente, presentar saltos nunca vistos o relampagueantes arpegios. Aquí el Langlois ya tomó las riendas, después de advertir que se trataba de una música más bien melancólica y casi prerromántica. Para entonces quedaban solos el violinista, el chelo de Mercedes Ruiz y el clave de Alejandro Casal. La verdad es que el 'Adagio' de la 'Sonate a violon seul avec la Basse Continue nº 6' en Sol menor del segundo libro, por momentos afligido e incluso doliente, es un buen ejemplo de su estilo porque en él sobresale la decoración de sus temas con delicados ornamentos (aunque Langlois tiende a no abusar de ellos). Por otro lado, el sonido de su violín -un Jacob Stainer de 1665- que ya oímos en esta sala en noviembre de 2022, puede presumir de fortaleza, redondez, intensidad y absoluta seguridad; pero Langlois es especialmente exquisito en estos tiempos lentos, con un fino 'vibrato' al final de la frase y con sólo un 'diminuendo' al terminar la pieza, sin otro efecto. Terminando la sonata contiene una parada a modo de breve 'cadenza', nada virtuosística, casi reflexiva, que fue narrada con una belleza absoluta, para terminar con el tema principal en el trío, pero sin prisas ni asomo de artificio. Jean-Marie Leclair también participó de esa pasión por los 'gustos reunidos' de Couperin, y en su obra comparece su admiración por la música italiana (directamente por las enseñanzas de Giovanni Battista Somis e indirectamente de Corelli, maestro de Somis; y todavía más adelante, por Locatelli) que no duda en fusionar con sus raíces francesas (edificadas sobre las enseñanzas contrapuntísticas de André Chéron, a quien dedica precisamente su primera colección, la op. 7), y ambos caminos llevan a un catálogo dedicado casi exclusivamente al violín, instrumento en el que Leclair era un consumado maestro de precisión y virtuosismo. En realidad parece que hablamos de Langlois. Todavía Rico, en un momento en que Nogueira no terminaba de encontrar la partitura, nos ilustró con una observación de Langlois durante los ensayos, precisando que en este 'Concerto Op. 7 nº 5' en La menor Leclair todavía no conocía a Locatelli y en la siguiente sí. El movimiento lento nos sorprendió que lo tocase con la misma dinámica que los rápidos. El tercer movimiento de este nº 5 ya nos pareció lo suficientemente virtuosístico como para imaginar cómo complicarlo más; pero si el joven maestro dice esto y toca los dos conciertos de memoria, habrá que mirarlo despacio. También Leclair era dueño de una audacia reflexionada, de sólida base e inspiración. Viajero, inconformista, con fama de mal carácter, fue a parar a Chambéry, ciudad francesa donde el infante español don Felipe estableció su corte y a quien Leclair dedicó su segunda colección para violín, la op. 10, a la que pertenece el 'Concerto nº 3' en Re mayor que cerraba el programa. Los conciertos estructuralmente miran a Vivaldi con sus tres tiempos y la alternancia de solos y tutti. En el primer movimiento también evidenció la herencia vivaldiana por el recurso de este de repetir una célula rítmica haciéndola pasar a través del círculo de quintas. Fue precisamente en estos solos que sostienen los episodios los que nos dieron la completa talla de músico de este gran violinista francés: soberbia expresividad, articulación prístina por muy rápido que discurriera y sensibilidad para transmitir la música, llenándonos de emoción a partes iguales con la admiración. Además de sus manos y el violín, Langlois cuenta con un arco de François Tourte, recordemos responsable del arco moderno, al que introdujo el tornillo de tensión de las cerdas o el mecanismo para que estas no se enreden y parezcan de lejos una cinta, lo que hizo que su peso aumentase. La orquesta a una parte parecía sonar con el doble de músicos, por una distribución más separada de los mismos y el ahínco que le ponen sus miembros.