El hundimiento
Si el PP fuera una empresa cotizada, sus accionistas estarían sumidos en la desesperación al ver cómo sus títulos se desplomaban y su patrimonio, a veces fruto de la especulación pero otras construido con los ahorros de toda una vida, se evaporaba; la directora de marketing tendría bloqueadas sus comunicaciones; el director general habría cesado; y en cuanto al consejero delegado, los inversores principales ya estarían sentados con él negociando su salida. Cierto es que el ejemplo está muy manido: uno de los dirigentes populares con los que ayer tuve oportunidad de hablar me reprochaba con razón que recurriera a una imagen tan obvia. Pero no soy yo, sino el PP de toda la vida, el que ha buscado siempre como paradigma de funcionamiento el propio de las grandes empresas. Y un partido, ciertamente, no lo es. Pero la forma de reaccionar ante las grandes crisis no difiere demasiado, si lo que se busca es cómo salir de ellas.