En el liberado París de 1945, un militar y un escritor conversan. Uno ha mantenido, durante seis años y desde Londres, la escuálida garantía del honor francés. El otro cambió la estilográfica por la pistola, como coronel del maquis en Corrèze. A la hora de separarse, el general De Gaulle deja caer una pregunta, que se adivina más para sí mismo que para su interlocutor: «¿Qué es lo que más le ha impresionado a usted al volver a París?» Y André Malraux responde con un laconismo poco habitual en él: «La mentira». Y sabe que es exactamente la respuesta que el general se hubiera dado.
La mentira es el motor de la política. Lo ha sido siempre. No hay sujeto que...
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