Sánchez, el gran calavera
Decía Larra que si la historia se escribiera como un cuadro de costumbres privadas, se vería probada una verdad verdadera: la de que muchos de los importantes trastornos que han cambiado la suerte de los países encuentran una sencilla explicación en las calaveradas. El talento natural y la poca aprensión por el qué dirán son las dos cualidades distintivas de esta especie y sin ellas no se da 'el calavera'. Es así como, por sus cualidades básicas, España registra un barullo considerable de calaveras en su arena política. El calavera Sánchez es ya el capataz del barrio, disfraza la ruptura de reforma mientras escupe por el colmillo, cual 'enfant gâté' o chulo nato. Cuando su fama decae, la reanima con algún escándalo. Ahora se dispone a sellar la impunidad del golpe al Régimen del 78. El remate de la jugada es asegurar el control del poder judicial para que avale las ilegalidades. ¿O deberíamos decir reformas? Parece que la única forma de romper la legalidad vigente es reformar el Código Penal y posibilitar un cambio de régimen «de la ley a la ley». Esta fue la fórmula que utilizó Torcuato Fernández-Miranda para transitar hacia el Régimen del 78 después de estudiar a fondo la historia de España. Los 'inmovilistas' le acusaron de disfrazar una ruptura de reforma, pero salió bien. Lo de Sánchez es el mismo juego, y el gran día del sorteo de Navidad se consumará la apuesta por este naipe de la 'reforma' hacia un orden parecido al de los primos de Hungría y Polonia. ¿Por qué cree que éste es el naipe ganador? No hay legalidad más vigente que la que se aprueba sustituyendo la anterior. La estructura institucional de la Constitución de 1978, con el Rey a la cabeza, ha resistido a intentonas de subvertir el sistema desde fuera de la ley. Pero ni Tejero, ni el terrorismo o el clan independentista han logrado tener éxito en sus calaveradas. Esto haría pensar a cualquier tiranuelo que el suicidio masivo y neoclásico del Régimen del 78 se logrará exclusivamente desde la reforma interna y nunca por la vía de la ruptura. El calavera cultiva a su alrededor una pequeña corte de aprendices, o de meros curiosos, que hacen el papel de cómplices. Unos le aplauden y otros se convierten en las trompetas de su fama. Una vez tomado el pulso a esta opinión pública, ¿qué podría hacer con ella? Lo que quiera, con tal de que lo sepa vender como un éxito. Mientras tanto, su paso ha supuesto un desgaste de todas las instituciones del Estado. Acelerar las maniobras de su control sobre el Poder Judicial y Constitucional de España, la 'senda reformista' que podría acabar en unos meses con el Régimen del 78, es ya una posibilidad muy real. Pero las calaveradas se juzgan siempre por los resultados y como intuía Larra, «una línea imperceptible divide únicamente al calavera del genio». Es la suerte caprichosa la que decide, y si Sánchez no tiene éxito en su reforma todos dirán que estuvieron en la Resistencia. Tal es el modo de juzgar de los hombres. Porque tal es la opinión pública.