Demolición de la España democrática con Europa mirando a EE.UU.
La guerra ha fracturado la Unión Europea por la dependencia energética de unos países y otros. La Alemania de Olaf Scholtz necesitada de gas ruso se aleja de la Francia de Emmanuel Macron, que se acerca a Estados Unidos como muleta europea de su presidente, Joe Biden. Ahora, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no quiere que la gestión de los fondos termine de dar el golpe de gracia a la Unión y el jarrón geopolítico se haga pedazos durante su mandato. Lo que la pandemia ni los movimientos separatistas y antieuropeístas no han logrado puede conseguirlo la gestión de las ayudas europeas , porque los países del sur quieren el control y reparto indiscriminado de los dineros, mientras que los nórdicos exigen que la acción se limite a los más vulnerables, en tiempo y forma. Pues... curiosa casualidad –o no, más bien– que haya sido la eurodiputada alemana Monika Hohlmeier, que preside la comisión de Control del Parlamento Europeo y defensora a ultranza de los intereses de su país en Estrasburgo, la que no se fíe ni un pelo de Sánchez y los suyos y haya sido quien alzara la voz en más de una ocasión por la increíble y desesperante lentitud con que los fondos europeos están llegando a las empresas españolas (pero, ¿llegan?). Por eso ha sido quien ha decidido examinar sobre el terreno lo que está pasando y ha agendado una visita de hombres de negro para pedir facturas a España en febrero del año que viene. La evaluación no es sobre si se gastan bien o no los recursos, sino a dónde van a parar. Entonces, veremos hasta qué punto el doctor Sánchez tiene bula papal con Bruselas. El caso es que, aquí y ahora, el presidente ve votos donde Europa solo encuentra complejos y temores de disrupción de la política económica, con graves disfunciones en el mercado laboral y el sector bancario si las ayudas continúan repartiéndose entre las llamadas clases medias y trabajadoras. Peor que una crisis energética sería una fractura bancaria a cuenta de las hipotecas o el bloqueo del sistema laboral dopado a base de subsidios generales. Sánchez es un maestro a la hora de encontrar fisuras en el sistema: ha olido el miedo de Europa y amenaza con romper el silencio del cementerio en que puede convertirse el tejido comunitario. El presidente del Gobierno piensa también que al final Europa hincará la rodilla en tierra, porque los funcionarios de Bruselas nunca quieren broncas –eso es muy fatigoso–, y que ni el despropósito de las pensiones ni el manoseo de los fondos europeos serán razón de peso suficiente para romper la baraja de 'buenrrollismo' que viene ofreciendo Von der Leyen a cuenta del enemigo común Putin. 2023 es año electoral para Sánchez y eso son palabras mayores: antes morir que perder la vida. Las subvenciones son el punto de apoyo con el que mover el mundo del voto. Al final, los hombres de negro se pasearán por el edificio de Economía en el Paseo de La Castellana y siempre pueden explicarles lo bien que se canalizan los fondos un par de delegaciones ejecutivas de Plus Ultra y Pachá. Veremos si cuela lo que les cuentan. Además, de puertas para adentro, está candente el lío fiscal, con el Gobierno empecinado en no deflactar nada y condenar a las familias españolas a pagar subidas impositivas de dos dígitos, que luego suaviza precisamente con 'paguitas' como los 20 céntimos de los combustibles , que salen precisamente del efecto inflacionista que pagan de su bolsillo los mismos que luego echan gasolina. Suerte que ahora Hacienda va a sacar el diccionario del contribuyente, se supone que para que el contribuyente entienda a María Jesús Montero y a su equipo. Y en el mientras tanto, decía, Europa sigue impasible e incluso dejando la amarga sensación de que dan la razón en lo que sea a este Gobierno. Von der Leyen está ahora centrada en combatir un enemigo fabuloso: Biden y su plan de favorecer a la industria norteamericana frente a la europea. ¿Les suena? Alguno verá claras reminiscencias con el 'America First' trumpista, y no puede permitirse disensión entre el selecto club de los 27 países miembros, a los que ahora les aterra el factor desencadenante de Hungría y a quienes solo les une el temor a estar peor que el de al lado. Sánchez tiene esta partida casi ganada. Los españoles no tanto. MÁS INFORMACIÓN El Congreso de Perú destituye a Castillo minutos después de que este anunciara un golpe de Estado Los 'hombres de negro' llegan a España para vigilar a Sánchez De plena actualidad el asunto peruano que también tiene su miga. Sánchez y sus propagandistas apostaron todo a populistas como Pedro Castillo, quien ha intentado un autogolpe de Estado en Perú. Es lo que tiene la extrema izquierda: construye todo en el aire, manosea las instituciones para luego asaltarlas y confía en que la gente trague con todo y en que nunca pase nada… Hasta que pasa. Sánchez, Zapatero, Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y, cuentan por ahí, alegres entusiastas de Latinoamérica agazapados como Jaume Roures o Trinidad Jiménez, con una mano en lo privado y un ojo siempre en lo público, corren ahora a refugiarse bajo las faldas de Lula. El futuro está en Brasil. Mejor que nadie se acuerde por ahora de Perú. ¿Perú? ¿Qué es Perú? Ellos no saben. Ni contestan. Por cierto, Brasil no ha pasado de cuartos en Catar. Como Perú, también era favorito en las quinielas de reingeniería política, económica y social de los 'susurradores' monclovitas. El pelotazo del pleno al quince ya no lo cogen. Otra vez será: en cualquier caso, para entender a la actual España hay que leer al revés y cabeza abajo.