Igor Levit , pianista nacido en Rusia en 1987 y nacionalizado alemán, es uno de los intérpretes más sólidos de las jóvenes generaciones. Su discografía es extensa y ya incluye la integral de sonatas y las 'Variaciones Diabelli' de Beethoven, así como las 'Goldberg' de Bach. Ha actuado como solista con grandes orquestas y los mejores directores, es habitual en los escenarios más célebres del planeta y este martes regresa a Madrid para interpretar a Brahms, Hersh, Wagner y Liszt . Nos atiende desde su habitación de Hamburgo, a través de su tableta pero con el teléfono móvil en la otra mano: una dispersión que no tiene nada que ver con la concentración extrema que exhibe durante sus recitales. También los grandes pianistas han caído en las garras de las pantallas. — ¿Qué va a escuchar el martes el público de Madrid? —Es un repertorio con dos partes muy diferenciadas. La primera es más intimista, mira hacia adentro. No hay espectáculo, no es una explosión de energía [mira el móvil]. Los 'Preludios corales' de Brahms, originalmente escritos para órgano, se encuentran entre las últimas obras que escribió, y es increíblemente conmovedora, triste [lo mira otra vez]. Hay tristeza en esta música, soledad, gracia [vuelve a teclear]. Tocar estas piezas es un regalo, porque además Ferruccio Busoni, que es quien las transcribió para piano, es un héroe para mí. Después, las variaciones de Hersh sobre una melodía tradicional americana [y otra]. Hersh es un ídolo también para mí. La segunda parte, al contrario, es hacia fuera. La muerte de Isolda de Wagner, transcrita por Liszt, es una explosión. Todo el concierto es acerca de este ying y este yang, estas dos caras [nuevamente mira al móvil]. — Se olvida mencionar la grandísima 'Sonata en Si menor' de Liszt... —Sí, perdón, es una pieza única, es como una vida humana entera metida en una obra para piano. Sí, es completamente diferente [móvil]. — Veo que está mandándose mensajes con alguien a través de su móvil. ¿Quizás prefiere que retomemos la entrevista dentro de unos minutos? —No, tranquilo, simplemente he recibido una llamada y estaba avisando e intentando desconectarlo. Disculpe. — Bien, hablemos un poco más de ese Brahms y de Busoni. Si quería un Brahms intimista en su etapa final, podría haber escogido los 'Opus 116', '117' o '118, obras para piano. ¿Por qué ha preferido estas transcripciones? —Es un ciclo que trabajé durante la pandemia, y acabé grabándolo y añadiéndolo a mi repertorio. Los considero muy valiosos. Quizás dentro de unos años haga recitales con esos otros Brahms, pero de momento es el resultado de un contexto que me llevó a aprender y a amar estos preludios corales. — ¿Por qué dice que Busoni es un héroe para usted? —Todo lo que Busoni representa coincide con lo que yo más valoro. Fue uno de los grandes pianistas de todos los tiempos, un compositor increíble, un gran maestro. Sus ideales sobre la libertad de la música, de la interpretación, la libertad del ser humano, son muy próximos a mi manera de entender el mundo. Lo considero una de las grandes mentes de todos los tiempos, en términos de innovación, de internacionalismo. Estaba interesado por cualquier tipo de música a su alrededor. Es una de las figuras más importantes de toda mi vida, sin ninguna duda. — ¿A usted también le interesa todo tipo de música? —Sí, pero eso no quiere decir que me guste. Quiero saber acerca de todo tipo de música, y así podré decidir cuál es la que me gusta. — No lo imagino grabando un álbum sobre melodías de Disney, como Lang Lang. —No, eso no va a suceder, pero estoy sinceramente interesado en escuchar lo que él hace. No para hacerlo yo, sino porque tengo un interés sincero en ello. — Hemos salido de la pandemia, ahora tenemos una guerra en Ucrania, y una crisis en ciernes. Los artistas como usted esperan que el público siga pagando por ir a verlos actuar, confían en que se sigan sintiendo atraídos por sus actuaciones. ¿Cuál diría que es la importancia del arte y la belleza en nuestro contexto? —Bien, en primer lugar… permítame que le corrija. — Por favor. —En primer lugar, yo no espero que la gente pague por ver mis conciertos. Lo que espero es hacer un buen trabajo, porque la gente paga dinero para venir a mis conciertos. Rechazo ese punto de vista: el público no nos paga con su dinero, nos paga con lo más valioso que tiene en su vida: su tiempo precioso. Por encima de todo, yo me siento muy agradecido por esto. En segundo lugar, el mundo no es un sitio apacible. Nunca lo ha sido. Necesitamos la belleza, pero aún es más importante para mí otra necesidad: durante unas horas cada día necesitamos la sensación de estar juntos, de no estar solos, ya sea en un concierto, en el teatro, en el cine. Esa es una de las mejores experiencias que nos puede dar la cultura. MÁS INFORMACIÓN noticia No Mecánica cuántica para cuatro instrumentos noticia Si Ermonela Jaho: «Necesito hacer un viaje espiritual, no ser solo una diva cantando las notas» — Le agradezco la corrección. Acabemos hablando de la sonata de Liszt que escucharemos el martes. Es todo un monumento del repertorio. —¡Sí, lo es! Justo la toqué ayer aquí, en Hamburgo. Son treinta minutos de puro magnetismo. Te atrapa. Es profunda, violenta, emotiva, es hipnótica, te da todo el abanico de la experiencia humana. Está construida sobre unos pocos motivos musicales, es sublime. Después del concierto de ayer, le escribía a un amigo que, como intérprete, hay obras que te quitan y obras que te dan, independientemente de lo difícil que sea tocarlas. Y esta es una de las que esta todo el rato dándote más y más. Es de aquellas que me hacen pensar que acerté al escoger mi profesión.