Claroscuros del efecto de China en la Argentina
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En los últimos meses ha habido un fuerte énfasis sobre el impacto geopolítico de China en el país. Hablamos del posible efecto del SWAP sobre las reservas del Banco Central, traemos al debate el desafío de la base militar en territorio nacional o de la potencial presencia en el sur del país. Quiero mover la atención hacia otro tema muy importante en relación con el gigante asiático: analizar el efecto de China sobre los precios de largo plazo de las materias primas que produce el país.
Se observan dos fenómenos bien diferentes y con tendencias opuestas, se trate de alimentos, por un lado, o se trate de litio y cobre por el otro. Voy a detenerme en el análisis para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones.
Cuando hablamos de alimentos, es necesario repasar lo que le ha sucedido a China en los últimos 20 años. China ha crecido basado en la inversión y, dentro de esta, el desarrollo del sector inmobiliario. Así, las actividades relacionadas con este sector inmobiliario crecieron en China desde un 8% del PBI en el año 1997 al 28% en el 2018. Se trató de un sistema artificial de crecimiento basado en la inversión a niveles casi sin precedentes en el mundo moderno.
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¿Cuánto ha sido el desarreglo inmobiliario? Un modo de verlo es comparar el PBI inmobiliario relativo. Con este número, el sector inmobiliario chino está hoy al menos 10% puntos del PBI por encima de los países desarrollados. Así, mientras que este sector oscila entre 12 y 18% del PBI en el mundo desarrollado, en China es aproximadamente el 28%. Corregir este problema le impone una pesada mochila al crecimiento no sólo de China sino del mundo.
La burbuja inmobiliaria que sostuvo el crecimiento chino artificialmente generó un superciclo al alza en el valor de algunas materias primas al elevar artificialmente los ingresos de la población. El Covid ha sido el detonante de la burbuja, y el mecanismo fueron los problemas financieros de empresas inmobiliarias como Evergrande en el 2021.
Toda burbuja demanda corrección. En este caso, dada la magnitud del desarreglo, el ajuste será doloroso, aplastando el potencial de crecimiento de China de los próximos años, frenando el consumo interno y, por consiguiente, su capacidad de traccionar sobre el valor de los alimentos. De hecho, el crecimiento esperable de China para el próximo año ronda el 3,5% y es altísimamente improbable que vuelva a las tasas pre-pandemia en el largo plazo.
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¿Pueden los alimentos subir por otros mecanismos? Por supuesto, pero el punto es que hoy no se ve un claro sustituto de China a nivel global que pueda empujar el superciclo al alza, y todo indica que estamos en un superciclo a la baja hasta que aparezca este sustituto. Es verdad que hay otros motivos que afectan en el corto plazo los precios de los alimentos (clima, guerras, etc.), pero mientras no aparezca un sustituto claro de China, la tendencia de largo plazo será a la baja.
Sin embargo, hay algunas luces verdes para otras materias primas y se relacionan con la transición energética. China está liderando la transición del mundo hacia vehículos eléctricos. En el año 2021 representó más del 50% de los patentamientos globales, algo por delante de Europa y muy por delante de los Estados Unidos (datos tomados de VIRTA).
La industria de los vehículos eléctricos cambiará el modo en que se estructuraron muchas cadenas de valor globales alrededor de la movilidad. El liderazgo chino en muchas de estas cadenas es probable que se consolide con los años. A nivel commodities, va a empujar los precios de las materias primas relacionadas a baterías (litio a la cabeza por ahora, donde nuestro país tiene gran potencial), y va a empujar también al cobre, por su alto impacto en la construcción de estos vehículos (el cobre sufre en el corto plazo por la recesión en diferentes países, pero eso es otra historia).
Como país, es importante que tomemos nota de estas tendencias globales. Anticipar exactamente los precios de materias primas es prácticamente imposible, pero diagnosticar mecanismos de tendencias de largo plazo es mucho más factible y necesario para la planificación nacional. Detrás de estas tendencias se va a mover mucho de la actividad económica argentina y la recaudación impositiva. Haría bien la dirigencia política en esperar menores precios de largo plazo de los alimentos y, por consiguiente, de los ingresos impositivos por retenciones a la exportación y otros impuestos directa o indirectamente relacionados con el campo. Por otro lado, con los valores de los alimentos a la baja, urge empezar a trabajar en la eficiencia de la logística nacional, uno de los principales costos de la generación de alimentos y donde más nos alejamos de los promedios mundiales.
En los países tan dependientes de materias primas como la Argentina, el equilibrio fiscal de largo plazo demanda entender los superciclos de commodities y sus oscilaciones permanentes de manera de gestionar el gasto del Estado de modo consistente intertemporalmente. Todo esto nos lleva a la conveniencia de generar fondos nacionales contra cíclicos basados en las materias primas de mayor valor y crecimiento. Me podrán decir que "eso es Argentina año verde".
Lo tomo, pero creo que nuestro fracaso del pasado de manejar los excedentes de ingresos fiscales por el ciclo de commodities no invalida que debamos insistir en traer el tema a la mesa de discusión pública. China pareciera marcarle el fin a una oportunidad en alimentos, pero nos traería otra en minería. Vale la pena empezar a planificar como nación.
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