Magia
El pensamiento nacionalista catalán casa con la definición de magia que formulan la psicología y la antropología. Para la psicología, la magia es un pensamiento fundado en la existencia de fuerzas ocultas capaces de influir sobre los acontecimientos valiéndose de ceremoniales diversos. Para la antropología, la magia es el conjunto de prácticas que producen resultados inimaginados. La psicología afirma que el pensamiento mágico es propio de aquellos individuos que pierden el contacto con la realidad y se encierran en su mundo. Por su parte, la antropología se detiene en el mago que facilita todo aquello -salud, trabajo, amor, reconciliación familiar, lluvia y lo que se quiera añadir- que se le pida. El pensamiento mágico nacionalista catalán -dispuesto a mentir y obrar milagros- continúa creyendo en la fuerza oculta de una nación catalana que conseguirá cambiar el rumbo de la historia. Por eso, el mago catalanesco, en su cueva, escenifica ceremonias -invocaciones a la amnistía y la autodeterminación, conjuros contra España, manifestaciones, autos patrióticos, pactos o acuerdos- encaminados a la realización del deseo. Una falsa percepción de la realidad que satisface o consuela a quien vive en su mundo, es decir, en el engaño o el autoengaño. Una farsa que, por arte de magia, consigue que el fervorsoso confíe en el milagro y en el milagrero con sus pócimas y hechizos. Confíe, incluso, en el destino republicano de la nación catalana como si de una preordinación divina se tratara. Stephen L. Macknik y Susana Martínez-Conde (neurobiólogos, miembros de la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood y autores del libro 'Los engaños de la mente', 2012) afirman que «los trucos funcionan porque el proceso de atención y consciencia del ser humano tiene un cableado fácil de piratear… lo que usted ve, oye, siente y piensa se basa en lo que espera ver, oír, sentir y pensar». La simulación de la realidad. De eso vive el nacionalismo catalán. Con la ayuda, por cierto, de Pedro Sánchez.