Rafael de Mendizábal, un grande de nuestro tiempo
Rafael de Mendizábal murió este sábado, día 11 a los 94 años de edad, dejando inacabadas sus memorias y otros proyectos y un libro sin presentar recién salido de la imprenta: «Un niño entre dos guerras encuentra la libertad». Se consideraba «hombre del siglo XX superviviente en el XXI». En efecto, entró en el nuevo milenio con una biografía apabullante, desempeñando oficio de magistrado del Tribunal Constitucional al tiempo que cumplía con largueza los deberes de académico de número de la RAJYL y otros que él mismo se imponía. Cuando terminó su mandato en el alto Tribunal cayeron sobre él mil tareas atraídas por su autoridad intelectual y moral. Continúo dirigiendo la Revista «Actualidad administrativa, y presidiendo la Comisión de Quejas y Deontología de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España. Atrás quedaba su deslumbrante carrera de juez rematada como presidente de Sala del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo. Accidentalmente presidió dichas instituciones y el Tribunal de Cuentas. Fue también juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Primer presidente de la Audiencia Nacional Mención aparte merece su gestión como impulsor y presidente de la Audiencia Nacional, lo fue dos veces con reconocido tino y amplia repercusión mediática Le dio naturaleza los dones de consejo, organización y mando. Por ello fue sacado de su función jurisdiccional y enviado por el Gobierno de España, en servicios especiales, a Guinea Ecuatorial para asesorar al presidente Francisco Macías en el despegue de la recién proclamada República independiente. Tal experiencia queda reflejada en su libro: Misión de descolonización de Guinea Ecuatorial 1968-89. En otras interrupciones de su actividad de juez, nunca largas, fue subsecretario de Educación y Ciencia con el ministro de Villar Palasí , director general de Justicia con el ministro Antonio Garrigues, y subsecretarío de Justicia con el ministro Landelino Lavilla en el primer gobierno de la democracia. El juez Rafael de Mendizabal llevaba dentro un escritor. Antes de ingresar en la carrera judicial había publicado una novela, que fue finalista del premio Café Gijón, y recién ingresado en aquella ganó un premio literario con su ensayo «Averroes». Hombre de muchas lecturas, muy devoto de Cervantes y de Francisco de Quevedo, tenía una prosa limpia y clara, ejercitada en numerosos ensayos y artículos de asunto preferentemente jurídico y sociológico. Sus sentencias se distinguían por su enjundia jurídica y la claridad de su redacción, que todo el mundo podía entender; cosa importantísima pues como dicen Las Partidas, «los jueces escriben sentencias y con ellas mandan y hacen Derecho». Por ello se dijo que Rafael de Mendizabal tenía la mejor pluma de la judicatura Otra nota de este grande hombre fue su cultura cinematográfica vertida en su excelente libro «Cine y Derecho», publicado en 2021. Profesaba un profundo respeto y cariño por su padre el poeta Rafael de Mendizabal , que le introdujo en los medios literarios madrileños de la postguerra al tiempo que le inclinaba a elegir una carrera de provecho, como entonces se decía. Jurista de estado de la estirpe espiritual de Jovellanos, sus grandes aficiones eran la literatura y los viajes. Era aplomado de pensamiento, de hablar pausado, culto, amable y dispuesto siempre a oír a quien le hablaba; inspiraba confianza pero no la daba. La sociedad española ha perdido un hombre de una talla intelectual y moral difícil de reemplazar. Texto elaborado por: Pedro Crespo de Lara, académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España Rafael de Mendizabal Allende, nació en Jaén en 1927. Murió en Madrid el 11 de marzo de 2023