Ropa de lectura
Todos fallamos, incluso el refranero. No es cierto que el hábito no haga al monje. De hecho, la polisemia del término ya nos anuncia que la costumbre y el modo en el que vestimos son una y la misma cosa: precisamente un hábito, una inercia, una repetición de las que forjan el carácter. De ahí que debamos tener cuidado con lo que nos ponemos, no vaya a arraigar la prenda indebida en el fondo del ánimo. La elegancia tiene que ver con la elecció n, y saber elegir es uno de los mejores dones que la fortuna podría regalarnos. Noticias Relacionadas opinion Si la talaverana Hoteles Diego S. Garrocho opinion Si la Talaverana Alguien a quien admirar Diego S. Garrocho La vestimenta nos delata porque siempre expone la altura de nuestra expectativa. Nos vestimos para ir de boda, para enterrar a un amigo o para bajar a la calle a por tabaco. Pero cada vez que elegimos la ropa en la soledad de la alcoba, estamos conjurándonos para lo que viene. Por eso hay quien dice que es importante vestirse para leer, como ese ritual en el que se calzan el raso los toreros , que anuncia la dignidad de la concentración y de la manera debida. La vestimenta nos delata porque siempre expone la altura de nuestra expectativa Para poder abandonarse a la lectura con verdadero provecho dicen, hay que saber imprimirle excepcionalidad a ese momento. Es casi una concesión con el autor distante. Un ritual inútil, valga la redundancia, que en su secreto adquiere un sentido pleno. Nadie lo explicó mejor que Maquiavelo , en esa celebrada carta en la que le adelantaba el detalle a su amigo Francesco Vettori. Después de pasar el día entre leñadores, y aunque durante la jornada ya hubiera podido abandonarse al provecho de algún verso de Petrarca , era en el regreso al hogar cuando el genio florentino se preparaba para la lectura. Y así lo contaba: «Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio, y en el umbral me quito la ropa cotidiana, llena de fango y de mugre, me visto paños reales y curiales». Así, apropiadamente revestido, decía entrar en la corte de los hombres antiguos cuya lectura y diálogo le servían de alimento. Desde que leí aquella carta, no dejo de pensar cuál sería la mejor ropa que uno debería escoger para leer a Maquiavelo. Y si el gran Niccolò sería capaz de llamar a la ropa de estar por casa ropa de lectura.