Talavante en su máxima expresión. Temple, todo temple, en una tarde de inspiración. Pero sucedió en el quinto, un bravito toro de El Pilar que empujó en varas y al que recibió con la muleta en una explosiva tanda de rodillas, larguísimos los muletazos y, de espaldas, descubriendo la embestida encastada por el pitón izquierdo. En medio de la apoteosis, el extremeño no se lo pensó y se plantó citando con la izquierda. Sutil, los vuelos por delante, y el toro que dice allá voy. Y Talavante que lo frena, casi lo para, y lo lleva hilvanado, como imantado, en un natural inmenso. Otro más, ligando la embestida, y el desiderátum cuando lo enganchó para pasárselo por el pecho. Cumbre...
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