Triana le debe gran parte de su idiosincrasia a los alfareros. «Con manos de gloria/ de viejas leyendas/ que cuentan su historia», cantaba el Serranito a quienes desde los Tartessos moldeaban la arcilla a la orilla del río y de cuyas manufacturas salieron los mejores exornos para los monumentos del regionalismo, como la Plaza de España. Manolo Sanlúcar fundió con las cuerdas de su guitarra el compás de Montalbán, Santa Ana o Santa Isabel, que dejó para siempre ese cruce de caminos entre Antillano Campos, Alfarería y San Jorge. Apenas sobreviven los azulejos de las viejas fábricas que hoy se han convertido en hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs o museos, además del monumento homenaje al gremio milenario que dio empleo...
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