El mandato actual de
Laporta se caracteriza, entre otras muchas cosas, por alardear de una transparencia que no practica y por convertir la confidencialidad en un sacrosanto escudo protector para no contar según qué cosas. Los dueños del club no pueden saber, por ejemplo, ninguna de las numerosas comisiones repartidas cuando, en campaña, el candidato
Laporta aseguró que se contarían todas. Los socios tampoco pueden saber, en nombre de la confidencialidad, cuánto se ingresa para que
Spotify ponga el nombre al
Camp Nou o estampe su logo en la camiseta. Los números son privados, pero cuando conviene poner en marcha el ventilador contra un jugador o un entrenador, se filtran los sueldos con una elegancia que ni
Laprovittola dando un pase de espaldas.
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