¡A por ellos!
«Hoy he tomado posesión como secretario de Estado de Comunicación. Un gran honor al que responderé con tesón, responsabilidad y gran ilusión. Gracias a todo el equipo que integra esta Secretaría, juntos y juntas abordaremos los objetivos que tenemos por delante. ¡A por ello!». Con estas albricias y más contento que unas pascuas recibía Francesc Vallès la encomienda de Sánchez de ponerse al frente del aparato de comunicación de La Moncloa, allá por junio de 2021. No eligió un periodista, no, ni un experto en comunicación, qué va, optó Sánchez por un dirigente del PSC que en su día fue diputado , con el fin de que su función se ajustara al carácter sectario del Ejecutivo que preside el narciso del barrio de Tetuán, una de cuyas piedras fundacionales es que («los objetivos» de Vallès) el líder siempre aparezca apuesto porque, como en su día Sánchez le preguntó a Máximo el día que le cortó la cabeza, solo se trata de «¿cómo pasaré yo a la historia?». Ese «¡a por ello!» de Vallès parece que en realidad fue un ¡a por ellos! pues poco tardó en trazar una línea entre buenos y malos, entre afines y hostiles, entre los medios que merecen estar en el aprisco y los que deben estar extramuros del sistema, los nuevos apestados a los que el sanchismo iba a recluir en un lazareto. Los ejemplos son múltiples pero ninguno tan definitivo como cuando Vallès excluyó de una tacada a todos los medios críticos de un 'briefing' en el que el Gobierno iba a explicar el reparto de los fondos europeos. Ni uno solo de los medios no afines al movimiento fue invitado, no fuera que alguien no deglutiera el trágala monclovita. En la era Vallès, la portavoz del Gobierno ha sugerido que va siendo hora de que los medios se conviertan en un trasunto del NO-DO porque «al igual que tenemos un espacio para el tiempo, para saber si va a llover, tendríamos que reservar un espacio de información pública en cada informativo». Lo explicó como en Barrio Sésamo (Yolanda´s style) pero fue muy inquietante. Sin duda llueve sobre mojado. Venimos de dónde venimos, de aquella caza de brujas que se quiso emprender durante la pandemia cuando Marlaska ordenó por escrito a la Guardia Civil vigilar «las mentiras» que a juicio de La Moncloa se publicaban sobre la gestión del Gobierno, es decir, que mandaba los guardias a los medios para que su mensaje se ajustara al canon informativo del sanchismo que, en síntesis, se basa en dejar fuera del sistema a quien se muestre crítico de más con el líder y su movimiento. Ahora, las formas son menos expeditivas pero igualmente lesivas: al que no se ajuste al canon, Vallès no le monta en el avión presidencial rumbo a China. Vallès honra a ABC con la censura que estas páginas sufrieron en la dictadura de Primo de Rivera, la II República o el franquismo. Ahí están las hemerotecas con los huecos en blanco de las páginas y las pruebas de imprenta tachadas en rojo. Pero estamos donde estábamos y aquí seguiremos cuando el sanchismo solo sea un mal recuerdo en nuestra memoria.