La Filarmónica de Berlín exhibe su fortaleza
Ibermúsica Mozart. 'Sinfonía 25' y 'Exultate jubilate'. Schumann. 'Sinfonía 4' Intérpretes Louise Adler, soprano. Orquesta Filarmónica de Berlín Director Kirill Petrenko Lugar Auditorio Nacional de Música Fecha 4 de mayo 4 La Orquesta Filarmónica de Berlín y su actual director, Kirill Petrenko, han conseguido formar un matrimonio avenido e incorruptible, que comparte aquello que el propio director denomina 'un riesgo controlado', es decir un peculiar aliento en el que la libertad individual de cada músico se cohesiona con la totalidad. Dicho sin más, suena particularmente complejo, difícil de entender. Requiere de la experiencia práctica que han disfrutado todos aquellos que han escuchado a la orquesta en alguna de las actuaciones de su actual gira española. El 1 de mayo, la Filarmónica berlinesa volvía a celebrar su cumpleaños en un espacio europeo singular. La actuación en la Sagrada Familia de Barcelona asumía la deuda contraída 2020 cuando el concierto se canceló por la pandemia del coronavirus. Son siempre actuaciones especiales, en acústicas complejas y muchas veces inadecuadas. La transmisión televisiva lo hizo muy evidente, al margen de lo espectacular del lugar y la calidad de fondo que pudiera averiguarse. Lo importante es que, con estos conciertos, Petrenko y la Filarmónica de Berlín mantienen vivo un viejo propósito que ya se puso manifiesto en su simbólica visita a España en 1944 con Knappertsbusch , poco después de la destrucción de su sede berlinesa y a punto de regresar a un país definitivamente asolado por la guerra. Mestres Calvet , empresario del Liceo , escribió en sus memorias que el teatro «había sido un punto de convivencia, un lugar en el que se han mantenido todas las virtudes de la raza humana. Y esto sí que debe enorgullecernos». Con todas las diferencias que se quieran asumir, no cabe duda de que hay razones para defender el argumento y para justificar estos conciertos conmemorativos, ahora completados en Barcelona con una actuación en el Palau de la Música Catalana, en Madrid con otras dos actuaciones en el Auditorio Nacional de Música , y una final en Zaragoza. En todos los casos, con la música de Mozart como protagonista con el escape, en algún programa, hacia la cuarta sinfonía de Schumann . Noticia Relacionada estandar No Cinco horas con Kirill Petrenko Pep Gorgori El Orfeó Català debuta en la temporada de la Filarmónica de Berlín en el inicio de la gira que llevará a ambas formaciones a Barcelona y Madrid Podrían recuperarse muchos más testimonios de aquella histórica visita, por ejemplo, las crónicas de Regino Sainz de la Maza en ABC , y no se haría otra cosa más que enunciar muchas de las virtudes que la Filarmónica mantiene vivas: la solidez, lo infranqueable, la exactitud y lo robusto. Bien puede ser ante Mozart o ante Schumann pues hay un estilo común que Petrenko ha implantado y que tiene mucho que ver con la robustez de la materia frente a la reflexión sobre el contenido. La Filarmónica de Berlín apabulla por la profundidad de un sonido fuertemente construido desde el grave, que tiene densidad y arrebato. El éxito sin paliativos de la segunda actuación madrileña es la lógica reacción a una minuciosidad técnica envidiable , a la escucha de interpretaciones que, en vivo, apresan y no aflojan, que están vivamente arraigadas en una tensión rítmica incesante y en una sonoridad voluptuosa capaz de convencer de inmediato. Porque ante Mozart, todo ello, proporciona una respuesta original, muy personal pero no siempre satisfactoria, especialmente si se consideran la turbación de la 'Sinfonía 25' y su puesta en escena con un peso y grandeza extraordinario, especialmente en el 'andante' y más aún el pesante 'minuetto'. La sorpresa del primer movimiento a la que fue muy difícil sustraerse acabó en el último por convertirse en una máscara tras la que esconder una curiosa imposibilidad: la de acomodar el estilo a una música cuyos bordes también agradecen el trazo perfilado. Es curioso que Petrenko mantenga la orquesta en un ámbito sonoro siempre presente, que en todo el concierto no se escuchara un pianísimo, que la interpretación de la sinfonía de Schumann, capaz de levantar del asiento al ateo musical más acérrimo, triunfara por la ligereza del tempo, el estado de tensión constante , con un último movimiento abrumador, en particular la exigente coda final, y no por la disyuntiva musical de sus conflictos. El concierto aún incluyo el mozartiano motete 'Exultate Jubilate' cantado por la soprano Louise Alder , impecable en la afinación, con una impostación homogénea y una ejecución de los adornos exquisita. Todo dicho con una expresividad sin variaciones, es decir, recabando la atención por su acabado, por la filigrana de una manera que se fortalece en el esteticismo de una superficie musical puramente angelical. También un concierto puede ser un objeto que atraiga por lo pulido y perfecto de su apariencia, por lo imponente de su disfraz: quizá aquí este la grandeza del programa y el pequeño defecto del Mozart que han traído los berlineses, concentrado en la propia disciplina de una orquesta cuyo feroz entrenamiento la coloca en una posición difícilmente alcanzable. Con Petrenko, esta línea se hace aún más evidente, pues él mismo ya demostró como director de ópera en Múnich el grado de exigencia que requiere y la capacidad para priorizar la materia a la idiosincrasia. Alguien que ordena con férrea y arrebatadora concisión a una orquesta que es su aliada.