En la grande polvareda sevillana del rabo de Domingo Hernández se nos ha perdido el alarde callejero de los ultras de Osasuna desfilando en formación junto a la catedral hispalense cantando «¡P… España!» ante la resignación señoritona de los viandantes. Durante el partido, la locución del Ente pasó por alto la pitada a los símbolos nacionales y se centró en lo importante, que es la reeducación guevarista de Vinicius, escaso, dicen, de moderación ante la violencia, la moderación que ha hecho virrey de Blas Infante a Bonilla, cuyo partido ovacionó en el Parlamento (el mismo Parlamento donde en el 85 no dejaron entrar a Reagan «por otanero», es decir –entonces–, «por fascista») al colombiano Petro, amigo de ciscarse en España...
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