Las labores de Inteligencia para la protección y defensa de cualquier Estado son tan esenciales que cualquier grieta de coordinación, cualquier fragmentación en su labor sin una conveniente unificación de criterios, puede terminar resultando lesiva para el interés común. Actualmente en España hay una docena de organismos realizando labores reservadas de Inteligencia. Y lo que en la teoría puede resultar satisfactorio, en la práctica conlleva un cierto caos que hoy denuncia ABC en un amplio reportaje, en el que queda patente la preocupación en algunos de esos organismos por la creciente tendencia hacia la autonomía de cada uno de ellos. Es evidente que no siempre se produce una coordinación única y real entre todos los estamentos que recaban información delicada para la seguridad del Estado. Y también que la duplicidad de funciones puede restar eficacia a una labor que debería ser global y más pragmática. Por eso es indispensable pensar ya en una revisión profunda de la estructura orgánica y jerárquica de nuestra Inteligencia. Sin duda será uno de los grandes desafíos que deberá abordar el Gobierno que salga de las urnas. Tanta deslocalización y división en los trabajos secretos de la seguridad del Estado pueden afectar a la vulnerabilidad de nuestra defensa colectiva, y eso es grave. Ya en el pasado, y con una seria amenaza yihadista, se han producido faltas de colaboración entre los servicios secretos dependientes del Gobierno central y los Mossos d´Esquadra, por ejemplo. Y eso no es asumible en un Estado de derecho que aspira a ser fuerte ante cualquier amenaza interna o externa. Históricamente, el peso real de la mayor parte de nuestros trabajos de inteligencia lo soporta el CNI, especialmente en el exterior. Sin embargo, en el interior de nuestro territorio son habituales las disfunciones. Existe el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (Cifas) y en paralelo actúan las distintas divisiones de Inteligencia de los tres ejércitos. Si a eso se añade que el jefe del Estado Mayor de la Defensa ha creado un Centro de Fusión de la Información integrado por reservistas y fuentes de información ajenas al Ejército, las duplicidades están a la orden del día. Sirva como ejemplo de la extrañeza causada en las fuentes consultadas por ABC el hecho de que como el CNI depende del Ministerio de Defensa, el responsable del Cifas ya no despacha con la ministra Margarita Robles, sino directamente con el Jefe del Estado Mayor, lo que antes no ocurría. Si a eso se añade que existen una Comisaría General de Información de la Policía, un servicio idéntico en la Guardia Civil, un centro de inteligencia contra el terrorismo y el crimen organizado, estructuras paralelas en los Mossos y la Ertzaintza, o unidades de inteligencia en Instituciones Penitenciarias, Vigilancia Aduanera, Policía Judicial, Extranjería y Fronteras, o en el Ministerio de Hacienda para la prevención de la corrupción y el blanqueo de capitales, la maraña no se convierte en inmanejable, pero sí puede perder cierta eficacia. No existe un mando único, como sí ocurre en la inmensa mayoría de países de nuestro entorno, y eso es lo que conviene corregir para no demostrar debilidad o vulnerabilidad. Y debe garantizarse un control parlamentario aún más exhaustivo del que existe hoy sobre la seguridad interna y externa, las fugas de información, y la utilización interesada de las tripas del Estado por parte de algunos partidos, que como se demostró tras la crisis de Pegasus con Marruecos, no defienden precisamente los intereses de España, sino su acérrimo independentismo.