Ecos franceses
Los serios disturbios que están teniendo lugar en las calles de Francia en las últimas semanas no dejan indiferente a nadie. Aunque la virulencia de estos desórdenes es inusitada, como queda patente en las crónicas de Juan Pedro Quiñonero, corresponsal del periódico en París, estamos ante las consecuencias de un malestar social que en los últimos años se ha agudizado . Ha sido precisamente la cobertura de Quiñonero sobre el origen de las recientes revueltas la que ha levantado quejas de algunos lectores. Rafael Perales se mostraba enormemente contrariado por la referencia al «asesinato» del joven Nahel por el disparo de un policía en las primeras líneas de la noticia sobre su funeral. A su parecer, este término implica imputar un delito a quien todavía no ha sido juzgado. También Manuel Rodríguez-Tenreiro se preguntaba si no sería mejor una redacción más neutra. Quiñonero, que vive y ostenta la corresponsalía de ABC en la capital de Francia desde hace décadas, considera que hay elementos sólidos que avalan su redacción. Destaca en primer lugar la imputación del policía por parte del fiscal de Nanterre por «homicidio voluntario», avalada después por el presidente Macron y varios de sus ministros. El corresponsal piensa además que, con base en la definición de la RAE «asesinar y asesinato son las palabras que, a mi modo de ver, se ajustan con mayor precisión al 'homicidio voluntario' utilizado por el fiscal». Miguel Ángel Barroso, redactor de la sección de Internacional, piensa que «el tiempo dará la razón a Quiñonero», ya que las crudas imágenes del incidente, sumadas a todo lo que ya ha señalado el corresponsal, dejan pocas dudas al respecto. Pone en valor su profundo conocimiento de los cambios sociales que se están produciendo en la sociedad francesa en los últimos años y que ha vivido en primera persona. Sin embargo, en este caso concreto sí cree que la connotación legal del término 'asesinato' hace que su uso pueda contribuir no tanto a la claridad sino a la disputa ideológica. En este contexto es relevante otra consideración del propio Quiñonero: cómo «se han difundido con mucho éxito, cubiertas con el anonimato, las más de las veces» las opiniones expresadas por Messiha, asesor del candidato ultraconservador Zemmour, más comprensivas con el policía. Una vez más, el ruido que generan las redes sociales contribuye a la polarización que tiene, entre otros efectos perversos, que se equiparen voces partidistas o anónimas que denuncian o se posicionan ante determinados sucesos con otras que tienen gran experiencia y una capacidad innegable de juzgar la realidad sobre la que informan. Entre las virtudes que Barroso señala de Quiñonero es que aborda algunos temas de manera muy «pasional», lo que a su juicio es positivo e indica su afán por trasladar al lector de ABC con la máxima viveza posible la realidad francesa. Su argumentación a mis preguntas da fe de ello. Es una lástima que esta pasión por informar con rigor, en el entorno altamente emocional de las redes, se pueda interpretar como una toma de posición que ponga en tela de juicio la integridad de quien informa. La apuesta del diario por mantener un corresponsal en París se demuestra cada día más justificada. Los lectores tienen acceso a una voz autorizada que se esfuerza por hacer comprensibles los cambios del país vecino. Por eso, pienso que todas las prevenciones que se tomen para mantener el espíritu de esta figura son pocas. Y si la sociedad francesa está agitada, no lo están menos las redes sociales que afectan a la vida política española . Si la redacción de una noticia puede contribuir a una dialéctica poco saludable, quizás es prudente pensar en alternativas que respeten al lector que ansía comprender. La claridad debería estar al servicio de la mejor comprensión de los lectores sin comprometer el pacto de lectura de que son informados con el máximo rigor.