La sonrisa, radiante y perenne, es la seña de identidad de Justina de Miguel . A sus 86 veranos admite que se le ha borrado solo en contadas ocasiones; para ella es un bálsamo contra los duros episodios que ha vivido durante 46 años como misionera en África . «He visto a una mujer que se estaba muriendo mientras un bebé le tiraba del pecho para comer. Eso es algo que no se olvida», explica a ABC. El otro ingrediente de su particular pócima de la felicidad es la fe; esa que le ha insuflado energías para salvaguardar la vida de miles de niños en otros tantos orfanatos de países subdesarrollados. Noticia Relacionada estandar No Fin al misterio de la...
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