Poner más puertas y barreras al campo
La ley de Restauración de la Naturaleza cuya tramitación se ha aprobado este miércoles, por un margen insignificante, en el Parlamento Europeo ha suscitado una profunda división porque implica retirar tierras del cultivo y prohibir zonas de pesca para fomentar la biodiversidad. Se trata de un pulso entre aquellos que predican que el medio ambiente merece más protección que los seres humanos que la pueblan y, por otro lado, los que estiman que el orden de prioridades es el inverso. Como en muchos debates divisivos, ninguno de los dos extremos contiene toda la verdad, porque el hombre también forma parte de la naturaleza y necesita preservarla. El problema que genera esta normativa comunitaria es que impone un criterio abstracto y apremiante, diseñado con criterios ideológicos, a aquellos que viven en el campo y llevan siglos preservando la naturaleza, de la que no solo viven, sino de la que extraen los recursos necesarios para alimentar a la sociedad.