Hay que ver qué distintos son los públicos. Lo que en Madrid pasa sin pena ni gloria y en Santander directamente desapercibido, en Valencia genera un subidón como de gol de Kempes. Y quizá fuera eso lo que hizo que, el sábado, Sánchez se viniera arriba, se liberara del corsé y de ese extraño programa de Inteligencia Artificial que parecía haberle poseído e introdujera cambios en ese discurso errático, robótico y monolítico que llevaba memorizado. Y los cambios fueron acertados. Por primera vez se centró en hablar a favor y no en contra. Hasta entonces, toda la campaña se había basado en agitar el miedo a Vox y a Feijóo con los argumentos más pueriles, demagógicos y, por momentos, ridículos...
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