Si hay que morir en septiembre, que sea hoy. Después de ver a Juan Ortega. Y que las mulillas arrastren nuestras certezas y nuestros pecados. Que suenen los cascabeles como sonaban cuando arrastraban el mejor lote de Cuvillo al que desorejó el debutante de Triana. Que las campanas toquen por alegrías y repiquen luego por soleá. Porque esa manera de torear, esa colocación, esa pureza, duele. De la cadencia al desgarro, de la armonía a la imperfección. Porque las costuras de la belleza siempre están cosidas de imperfecciones. ¡Viva la madre que parió a Ortega! ¡Vivan Córdoba y Triana! Que ambas sangres confluyen en las venas del torero al que muchos se aferrarán cuando se vaya Morante 'el Inalcanzable'. Causó...
Ver Más