Antes, en ese siglo XX cada vez más añorado, todos los 28 de diciembre solías ver por la calle a un tipo con un monigote de papel a la espalda. Era común que así, con esa broma infantil, tan naif como inocua, se celebrara en carne ajena la festividad de los Santos Inocentes. En el Metro, en el patio del cole, en el trabajo, en el bar... la cosa era ver cuánto aguantaba la víctima portando la figurilla de burla en el envés, con esa especie de sambenito tan pueril como inofensivo que te recordaba –mientras aguantabas la risa para que el 'mirlo' no se diera cuenta del rejón que llevaba al lomo– que aún estabas en Navidad. El retruécano...
Ver Más