La Moncloa se fusiona con Ferraz
La salida de Nadia Calviño del Consejo de Ministros para presidir el BEI ha provocado la primera renovación de Gobierno en una legislatura que apenas acaba de nacer. Para blindar un Ejecutivo con el que levantar su prometido muro entre españoles, Pedro Sánchez ha elevado a María Jesús Montero a la condición de vicepresidenta primera. En democracia, nunca un político había acumulado tanto poder gubernamental y orgánico dentro del partido desde, quizá, Alfonso Guerra. Y ni siquiera. El ascenso de Montero inaugura una situación sin precedentes en la que las dos primeras autoridades del Gobierno coinciden con las dos personas de mayor influencia dentro del PSOE. Esta fusión en frío entre los poderes de Ferraz y La Moncloa desactiva definitivamente cualquier conato de pluralismo en el seno de un Partido Socialista que Sánchez ha tenido que vaciar de contenido para poder dominar. El nuevo rango de Montero no hace sino certificar lo que de facto se venía ejecutando desde hace meses y que necesariamente entrañará un riesgo futuro: si el PSOE es indistinguible del Gobierno, el día que los socialistas pierdan el poder tendrán un partido mermado gracias al control total ejercido por Pedro Sánchez. La misma aversión a los contrapesos que el presidente demuestra en sus funciones ejecutivas, se concretan definitivamente en clave orgánica. Los cambios en el Consejo de Ministros han traído, también, la llegada de Carlos Cuerpo como ministro de Economía. La trayectoria del nuevo ministro es sólida y solvente, lo que sin duda le llevará a confrontar con Yolanda Díaz, si es que desde La Moncloa le consienten alguna autonomía decisoria. La credibilidad de Cuerpo, un técnico capaz sin perfil político ni servidumbres ideológicas reconocidas, es una consecuencia tan saludable como paradójica. En un principio fueron consideradas otras personas para ocupar una cartera tan sensible. Pero el descrédito que empieza a suponer participar de un Ejecutivo encabezado por Sánchez y el alto grado de intervención al que se someterá a este ministerio hicieron que la opción acabara decantándose hacia Cuerpo. El ministro Escrivá, titular hasta el momento de Transición Digital, pasa ahora a asumir las competencias de Función Pública y Empleo Público. Aunque el prestigio de Escrivá ha quedado severamente maltrecho en los últimos meses, su nombre todavía sigue sonando como futuro candidato para sustituir a Pablo Hernández de Cos en el Banco de España. En condiciones normales, resultaría inimaginable que un antiguo ministro ocupara un cargo público de tantísima sensibilidad y de una neutralidad debida como ese. Sin embargo, los precedentes de Dolores Delgado o Juan Carlos Campo hacen verosímil una operación que supondría la enésima colonización por parte del Gobierno de una institución pública. Como balance general, la nueva configuración del Consejo de Ministros confirma que se trata de un equipo concebido para la supervivencia. Frente al primer Gobierno de Sánchez, en el que el presidente optó por reclutar talento civil, en esta nueva etapa pareciera que ya no existen perfiles profesionales sólidos dispuestos a sacrificarse en una aventura política que puede resultar letal para la reputación personal futura. Los casos de Grande-Marlaska o la propia Margarita Robles, altos funcionarios con enorme crédito hasta que entraron en el Gobierno de Sánchez, quizá sirvan como precedentes disuasorios. Lo que parece claro es que el presidente del Gobierno se ha visto obligado a rodearse de leales y ha fortalecido un equipo para bunkerizarse aún más si cabe.