Esta señora me ha ganado. Y mira que me caía gorda. Veía a Hillary Clinton como una Rottenmeier del progresismo más rancio, además de la típica empollona sabihonda predestinada a triunfar. Se le atribuyó el éxito político de su marido, a quien la historia recordará por un órgano que no es el cerebro, y llegó a la carrera electoral con imprudente suficiencia, como si su curriculum académico bastase para vencer de antemano a un garrulo millonario como Trump. Pero se estrelló. «Todo lo que quiero es acurrucarme con un buen libro o nuestros perros y no volver a salir de casa», dijo tras perder en las urnas. Asumió la derrota y salió, claro. De hecho vino a Sevilla. Fue el...
Ver Más